Se sabía que uno de los destinos en los que Joaquín Archivaldo Guzmán Loera jamás se había imaginado es Estados Unidos. Tal vez por eso también su insistencia en no salir de la sierra sinaloense a buscar refugio. Tal vez por eso su necedad de construir una suerte de red de tránsito subterráneo en Culiacán para poder moverse a sus anchas, escapando siempre de la persecución federal. No fue sorpresivo el casi inmediato recurso de amparo que, a través de su hermana Bernarda, interpuso para evitar su extradición. Jugada tan inmediata como la solicitud que hizo el Gobierno de Nueva York —y el de Chicago— para llevarlo a enfrentar a la justicia, que allá lo estaría esperando.

“El Chapo” quiere quedarse en México también porque, en ese juego (y casi laberinto) que su vanidad ha desarrollado, le daría oportunidad de enfrentarse a un Estado del que ya logró escapar una vez. Por supuesto que ahora, ese Estado, que una vez lo vio irse, hoy está estructurado de una forma distinta. Su captura se da bajo una coyuntura que al Gobierno federal no le deja oportunidad para un escape, para una derrota. Es el mismo caso que con Elba Esther Gordillo, ¿de qué le serviría al Estado detenerla, acusarla y después soltarla, sino más que para un ridículo sexenal? Lo mismo la captura del narcotraficante más buscado en el mundo.

Ayer nos esperábamos que le fuera concedido el amparo, no se irá —por lo pronto— a enfrentar a la justicia de Estados Unidos. Permanecerá aquí, y ya hoy lo hace con un auto de formal prisión por “delincuencia organizada con el propósito de cometer crímenes contra la salud”. Sin embargo, este no es el único delito por el que deberá responder, sería un total absurdo. Las averiguaciones previas que hay en su contra suman al menos 11, ocho órdenes de aprehensión se archivan en el penal de El Altiplano y a éstas se les deberán sumar los asesinatos que declaró haber cometido: casi 3 mil, según sus propios cálculos. ¿Cuántos cargos por alguno de estos homicidios le serán presentados? ¿Cuál será la responsabilidad que se le impute por el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo? ¿Cuál de todas las averiguaciones previas que tiene en su haber le generará consecuencias legales?

El Gobierno federal no se ha cansado de asegurar que, en esta ocasión, Joaquín “El Chapo” Guzmán no tiene la misma oportunidad de escape. No podría ser distinto. También ha dicho que no hay intención de darle oportunidad de ser extraditado, antes deberá enfrentar a la justicia mexicana y se deberá radiografiar lo más posible la estructura del cártel del Pacífico, o ¿de qué serviría tenerlo de nuevo tras las rejas? La evolución del ataque al grupo criminal que por años ha liderado exige que su captura sea el inicio de una fragmentación que provoque el debilitamiento del cártel. Éste es el punto más importante, el que deberá seguirse con lupa cuando hablamos de la detención de la cabeza —que en este caso no es cualquiera— de una organización como la de “El Chapo”.

Joaquín Guzmán Loera se queda aquí, enfrentado a la justicia y a un Estado mexicano obligado a hacer de estos golpes el inicio de un efecto dominó que represente un cambio en el clima de violencia en el que se ha movido el país en los últimos años.

Addendum. Hoy, Josefina Vázquez Mota anunció que no irá tras la presidencia del Partido Acción Nacional. Algo que se veía venir, pero que a partir de ayer hará que se cierren filas, oficialmente, para que veamos la batalla que en consecuencia se anuncia, la de los candidatos evidentes: Ernesto Cordero vs. Gustavo Madero.

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