Muchos retos negativos enfrentan las mujeres a diario en sus trabajos. Generalmente, los prejuicios sobre sus capacidades, para realizar actividades o tomar roles de liderazgo, empañan sus posibilidades, en muchas empresas a nivel mundial.

 

Son muchos los prejuicios que afectan a las mujeres hoy en día. No obstante, de acuerdo con la fundación Lean In, de Sheryl Sandberg (directora de operaciones de Facebook), los principales prejuicios con los que nos enfrentamos a nivel profesional son los siguientes:

  1. El demonio de la aceptación

El éxito y la aceptación social están positivamente correlacionados para los hombres, mientras que están negativamente correlacionados para las mujeres. En pocas palabras, esto significa que si una mujer es muy competente profesionalmente, ella no se siente lo suficientemente querida y aceptada tanto dentro como fuera de la empresa. Asimismo, si es amable, es percibida a menudo como menos competente que los hombres.

Este prejuicio sale por lo general a relucir en las evaluaciones anuales que hacen las empresas a sus empleados, por lo que afecta directamente la compensación económica de las mujeres «el bono» y nuestra capacidad para ser promovidas a un mejor puesto.

  1. El demonio del reconocimiento

Es un hecho que las mujeres recibimos mucho menos reconocimiento por resultados exitosos dentro de las empresas y más culpabilidad por temas de fracaso que nuestra contraparte. Por poner un ejemplo, si un hombre y una mujer fracasan de la misma forma en el mismo proyecto, con el primero serán mucho más condescendientes y se le justificará de alguna forma como «todos cometemos errores» o «realmente no fue tan grave», mientras que la segunda sufre mucho más críticas y consecuencias negativas lo cual es sumamente injusto.

En la misma línea, los hombres tienden a atribuir su éxito a factores innatos mientras que la mujer tiende a atribuírselos a causas externas como «trabajar muy duro», «tener suerte» y «recibir ayuda de otros».

  1. El demonio del rendimiento

El rendimiento de los hombres en el trabajo es frecuentemente sobreestimado en comparación con el de las mujeres, especialmente en sectores dominados tradicionalmente por los hombres. Este tipo de prejuicios son todavía más pronunciados cuando los criterios de evaluación no son claros y los evaluadores son propensos a meter sentimientos e inferencias personales en los procesos de selección.

La diferencia en el rendimiento percibido explica el porqué las mujeres somos promovidas y contratadas por el trabajo hecho, mientras que los hombres son contratados por su potencial de trabajo, lo cual perpetúa las diferencias salariales de género.

  1. El demonio del embarazo

La maternidad desata conclusiones falsas de que las mujeres somos menos competentes y menos comprometidas con nuestras carreras profesionales. Como consecuencia, nos imponemos estándares más altos de trabajo y se nos presentan menos oportunidades para subir la escalera corporativa. Las mujeres embarazadas o las madres solteras también podemos ser grandes líderes así como ejecutar grandes proyectos. El peor periodo de discriminación lo atravesamos cuando se hacen evidentes los signos físicos del embarazo o en la reincorporación al mercado laboral después del periodo de la maternidad.

Las mujeres que no tenemos hijos tampoco nos salvamos de este prejuicio, ya que los empleadores se preocupan de que eventualmente nos podremos embarazar. Esta opinión es completamente ilógica ya que no existe ninguna evidencia científica que sustente la existencia de una correlación entre maternidad y falta de productividad.

Más información en Excélsior.

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