El martes 7 de marzo recibimos con indignación la noticia que aseguraba que una joven lesbiana de 19 años permanecía internada desde hacía un mes en un centro de rehabilitación de adicciones ubicado en el municipio de Corregidora, Querétaro; su familia habría considerado necesario “curarla” de su lesbiandad. De esa fecha a hoy, 17 de marzo, hemos recibido cinco casos más.
A las lesbianas durante siglos se nos ha ocultado, han borrado nuestra historia y nuestra genealogía, se nos ha trivializado, pero también se nos ha asesinado y torturado en nombre de Dios y de la ciencia, herencia victoriana y también inquisitorial. La reclusión en anexos es el ejercicio contemporáneo de exterminio y limpieza social, tan solo una muestra del pánico que la sociedad siente por las mujeres libres, potencialmente subversivas para el orden patriarcal que rompen con la obligada heterosexualidad.
Servirse de la “enfermedad” que les representa la lesbiandad para perpetuar la heterosexualidad como única posibilidad, demuestra que la sociedad está ocupada en la regulación, control y apropiación del cuerpo de las hembras humanas. Aprovechar la rigidez y las irregularidades de los anexos para normar la conducta de las mujeres es un ejercicio de poder ejercido por su grupo primario de socialización con paternalista justificación y respaldado, por omisión, por las instituciones del Estado.
Independiente de lo que ocurra a partir de ahora con el caso que nos convocó, no podemos dejar de señalar la relevancia que tuvo este para visibilizar una realidad que están viviendo mujeres lesbianas en Querétaro. En los casos que hemos tenido oportunidad de conocer, identificamos un patrón que coincide con lo que informaba la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 2015:
Mujeres jóvenes, lesbianas o bisexuales, con engaños o a la fuerza son llevadas por familiares cercanos (generalmente padre, madre o tutores) a centros de rehabilitación de adicciones privados. En ocasiones con la complicidad de agentes policiacos del estado.
Quienes escapan una o más veces del centro de rehabilitación reciben amonestaciones que incluyen la extensión del período de permanencia en el anexo.
Una vez afuera –por voluntad de la madre, padre o tutores, o por haber concluido el periodo de reclusión–, las víctimas no denuncian legal ni socialmente lo ocurrido por el parentesco y la dependencia económica y moral que les une a quienes las recluyeron. Cuando en el internamiento están involucrados policías o miembros de su comunidad religiosa la denuncia es descartada por completo por las posibles represalias.
Los casos en Querétaro permiten señalar que existe una dinámica similar en los anexos a la que ellas deben incorporarse junto a las otras internas e internos. Entre ellas, a «la experiencia», especie de retiro, realizado en una hacienda ubicada en las inmediaciones de la capital queretana. Ahí se les somete a gritos, vejaciones, manipulación psicológica y privación de alimentos; una compañera lesbiana que estuvo ahí la describe así:
«Te niegan el sueño por dos días, no alimentos… sólo agua, café o té. Te someten a una presión psicológica muy fuerte al grado de que olvidas tu identidad. Escribes tu historia desde ángulos diferentes y te deshaces de ella para que te construyan una con biblia en la mano, asegurando que volverás a nacer y te sentirás libre de nuevo. Te sientes asombrada cuando ves el sol nacer, te bendicen dándote unos bolillos, sientes alivio cuando reconoces el camino a casa. Es ponerte en un estado de vulnerabilidad tan fuerte en el que agradeces cualquier cosa a cambio de volver».
Aunque los casos que ahora conocemos no han incluido tortura sexual, no descartamos que pudieran estar ocurriendo, en consonancia con lo que también informó la CIDH en 2015. Del mismo modo, no pasamos por alto que estos centros operan irregularmente, apareciendo y desapareciendo clandestinamente en inmuebles y terrenos no aptos para esa función y sin contar con el personal autorizado y competente para dar acompañamiento salubre a las personas que lo necesitan, aún a pesar de las constantes denuncias vecinales y de personas especializadas en el tema.
Es por todo lo anterior que hacemos un llamado a todas las colectivas y asociaciones de mujeres bisexuales y lesbianas de México y toda la Abya Yala a prestar atención a esta violencia que afecta especialmente a mujeres jóvenes y a sumar esfuerzos para visibilizar, documentar y denunciar esta forma de tortura ejercida sobre nosotras. Invitamos también a las mujeres que hayan pasado o estén pasando por una situación similar a que se acerquen a nosotras o a la organización lésbica más cercana para documentar y acompañar el caso. Exijamos justicia y reparación del daño para cada una de las anexadas por ser lesbianas.
¡Las lesbianas existimos y resistimos!

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