En su texto titulado “¿Cómo ganar la guerra contra las drogas? Legalizándolas todas”, Dan Baum explica que la guerra contra las drogas fue en realidad un invento, una “cínica” arma política del presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, para poder atacar por la vía penal a sus dos principales enemigos: los pacifistas de izquierda y los negros.

El novelista relata que en 1994, cuando estaba preparando un libro sobre las políticas de prohibición de las drogas, John Ehrlichman, quien había sido el asesor político y asistente de Nixon para asuntos internos, y que además había ido a prisión por participar como uno de los conspiradores del escándalo Watergate, le confesó cómo y porqué participó también en la creación de la llamada guerra contra las drogas.

“¿Quieres saber en qué consistió todo esto?”, relata Baum que le preguntó de pronto Ehrlichman, con la franqueza de un hombre que después de haber caído en desgracia y de pasar “un rato” en la prisión federal tenía poco que perder.

En el mencionado artículo para la edición de abril de Harper’s Magazine, Baum saca a la luz lo que Ehrlichman le contó entonces sobre su participación en el diseño de un arma política que hoy la opinión pública conoce únicamente como la guerra contra las drogas.

En su texto, el novelista relata que el verdadero origen de la llamada guerra contra las drogas partió de la necesidad que tenía Nixon de combatir a sus enemigos en momentos en que el solo hecho ser un pacifista hippie o de ser negro no era suficiente para poder involucrarlos en un asunto ilegal.

“Pero si lográbamos que el público asociara a los hippies con la mariguana y a los negros con la heroína, y si criminalizábamos a ambos duramente, entonces sí podíamos desestabilizar a esas comunidades. Además de que podíamos arrestar a sus líderes, catear sus hogares, deshacer sus mítines y vilipendiarlos noche tras noche en los noticieros nocturnos”, le dijo Ehrlichman, según relata Baum en su artículo para Harper’s Magazine.

“¿Que si sabíamos que estábamos diciendo mentiras sobre las drogas? Por supuesto que sí”, le confesó Ehrlichman en aquella ocasión.

En su artículo, Baum menciona también que lejos de poner punto final a la llamada guerra contra las drogas, todos los políticos que han llegado a la Casa Blanca después de la administración Nixon (1969-1974) han optado por conservarla.

“El invento de Nixon de la guerra contra las drogas como una herramienta política fue cínico, sin embargo, desde entonces cada presidente, demócrata o republicano, le ha encontrado alguna utilidad por una u otra razón”, escribió Baum en dicho artículo.

El novelista señala también que mientras esto sucede, el costo creciente de la llamada guerra contra las drogas resulta ahora imposible de ignorar:

“Son miles de millones de dólares desperdiciados, es un baño de sangre en Latinoamérica y en las calles de nuestras propias ciudades, y son millones de vidas destruidas por un castigo draconiano que no termina en la reja de la prisión. Es uno de cada ocho hombres negros que han sido privados de sus derechos debido a una condena por un delito grave”, escribió Baum.

Información de Excélsior.

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