Atrás quedó la época en la que las diferencias entre un par de zapatos deportivos que aparentaban ser de marca y otros que no eran evidentes para cualquiera. Eran diferencias burdas, fáciles de notar.

Hoy, las copias de los tenis de moda podrían engañar a expertos en propiedad intelectual y pueden ser distribuidas por cualquiera que tenga una computadora y una conexión a internet. Sería casi un insulto decirle a estas réplicas «tenis pirara».

El avance técnico en la industria de la falsificación, así como las posibilidades de distribución que internet le ha dado a esta mercancía, ha generado una discusión en torno al valor de un buen par de tenis, al de la marca y a la legitimidad de ofertas casi omnipresentes en línea que parecen demasiado buenas para ser verdad (o al menos, originales).

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