La capacidad de leer es algo firmemente asentado en el cerebro humano: con independencia del idioma que usemos o la cultura a la que pertenezcamos, esta facultad única en la naturaleza activa una región del órgano pensante llamada área visual de formación de palabras (VWFA, por sus siglas en inglés). Pero se da la circunstancia que la escritura fue inventada solo hace 5.400 años,un tiempo abrumadoramente insuficiente para que la VWFA haya surgido como producto de la evolución.

Algunos científicos lo atribuyen a un fenómeno de «reciclaje neuronal»; es decir,reconoceríamos las palabras reutilizando las mismas células nerviosas que antes empleábamos para detectar simples objetos o caras. Algo, teóricamente, al alcance de otros animales.

Un experimento realizado con palomas, que se separaron evolutivamente del ser humano hace más de 300 millones de años, apunta a esa dirección. Tras seleccionar a las cuatro aves más listas de un grupo de 18 y adiestrarlas durante ocho meses, los científicos consiguieron que discriminaran hasta 58 palabras de cuatro letras entre otras muchas combinaciones que no formaban palabras.

Como explican los autores del estudio en la revista PNAS, las palomas incluso detectaban las uniones de dos letras (digramas) admitidas por el idioma inglés para representar un sonido, habilidad básica en la adquisición de competencias ortográficas.

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