A altas horas de la madrugada, mi habitación fácilmente podría ser la sede de algún laboratorio de ideas interdisciplinario incipiente. Desde el crepúsculo hasta el amanecer, pueden encontrarme dibujando un retrato de Sade, reorganizando muebles, elaborando un plan de negocios para un food-truck que funcione también como minibús, o imaginando qué sitios del vecindario podrían modificarse si los Juegos Olímpicos se celebraran en Brooklyn. Mientras tanto, las responsabilidades más urgentes de la vida real —tareas escolares y aplicaciones del trabajo— deben estar listas antes de que salga el sol por la mañana. Y usualmente las tengo listas.

Ya sea por dejar la responsabilidad para después o porque tengo un horario realmente saturado, me parece que a altas horas de la noche es cuando me siento más inclinada a encargarme de los negocios y cuando también tengo varias epifanías creativas innecesarias.

La tendencia a alcanzar el pico de tu productividad después de la medianoche no encaja bien con nuestro ciclo moderno de sueño que gira en torno a un día laboral de 9 am a 5 pm. La gente que se levanta temprano generalmente es considerada como más responsable y exitosa. Nosotros, las criaturas nocturnas conocemos al menos a un engreído pájaro matutino que cita a algún antiguo filósofo griego o a un padre fundador con respecto a las virtudes de despertarse temprano mientras los miramos con los ojos entrecerrados y las pupilas tratando de ajustarse a la luz del día. Yo diría que, si Aristóteles o Benjamín Franklin hubieran tenido electricidad, se habrían olvidado de esas tonterías de ‘saludable, rico y sabio’, y hubieran aprovechado la oportunidad de tener unas cuantas horas de productividad por las noches.

Investigaciones confirman las diferencias fisiológicas entre aquellos que se levantan con el canto del gallo y las personas de hábitos nocturnos. Esto último podría ser una respuesta a un ritmo circadiano retrasado, ese reloj interno que envía las señales para que haya un ritmo regular en nuestras horas de vigilia, comida, sueño, etc. Algunas de esas señales incluyen fluctuaciones en la melatonina, la temperatura corporal y el impulso del sueño.

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