• Después de Iguala, México debe cambiar
  • Encabezará la lucha contra criminalidad, impunidad y corrupción
  • No se puede exigir justicia violando la ley, advierte

Dos meses después, en un país estremecido ante la crueldad y la barbarie, el presidente Enrique Peña Nieto hizo suyo ayer el grito: ¡Todos somos Ayotzinapa!

Este clamor, afirmó, demuestra el dolor colectivo, pero también es ejemplo de una nación que se une y solidariza en momentos de dificultad, además de que es un llamado a seguir transformando a México.

La sociedad ha alzado la voz para decir ¡Ya basta! y todas las personas que han salido a las calles en solidaridad con los jóvenes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos para difundir su voz y opiniones tienen razón: México no puede seguir así. Después de Iguala, México debe cambiar, manifestó.

Además, dijo tener la responsabilidad plena de encabezar los esfuerzos necesarios para liberar a México de la criminalidad, para combatir la corrupción y la impunidad.

 

Pide encauzar el dolor hacia propósitos constructivos

De ese modo, en un mensaje orientado a marcar en el país un antes y un después de los sucesos de Iguala, Peña Nieto pidió a la sociedad capacidad para encauzar nuestro dolor e indignación hacia propósitos constructivos.

Aunque no omitió la prioridad de su administración de instrumentar las reformas transformadoras impulsadas en dos años de gobierno, admitió que los lamentables hechos de Iguala han exhibido que México tiene rezagos y condiciones inaceptables por vencer.

En el patio central de Palacio Nacional, desde donde ha dirigido los discursos más determinantes de su gestión, esta vez principio y final fueron para referirse a la necesidad de saldar dos asignaturas pendientes: lograr la seguridad de los ciudadanos y la plenitud del estado de derecho.

Caminar hacia un mejor México, señaló, no ha sido ni será fácil; exige esfuerzo y perseverancia. Seguirán existiendo obstáculos y resistencias, pero la fuerza y la voluntad de cambio de los mexicanos siempre podrán superarlos.
Un gesto adusto acompañó las expresiones del mandatario al insistir en el compromiso de su gobierno “para conocer la verdad de lo ocurrido… que no haya impunidad, que todos los culpables sean castigados conforme a derecho, y que se dé la reparación integral a las víctimas”.

Se ha desplegado, aseguró, un amplio operativo para localizar a los jóvenes normalistas y hemos permanecido en contacto con sus padres, manteniéndolos al tanto de las acciones y resultados de las investigaciones de la Procuraduría General de la República (PGR). Están presos 79 probables responsables y, en un hecho inédito, el gobierno federal pidió la asistencia técnica de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para las tareas de localización y las pesquisas de este caso.

Para Peña Nieto, el origen y final de la culpa de esos actos de barbarie, que nos han indignado y agraviado profundamente, está en los ayuntamientos.

En la tragedia de Iguala se combinaron condiciones inaceptables de debilidad institucional que no podemos ignorar. Un grupo criminal que controlaba el territorio de varios municipios, autoridades municipales que eran parte de la propia estructura de la organización delictiva, policías municipales que en realidad eran criminales a las órdenes de delincuentes, expuso.

Lamentó que no obstante las acciones emprendidas en la actual y las anteriores administraciones, la violencia y la inseguridad persisten en localidades y zonas del país.

Con reiteradas expresiones para compartir el dolor, angustia e incertidumbre de los padres de los estudiantes desaparecidos y ubicar en Iguala un episodio de prueba para la nación, el presidente Peña Nieto afirmó que el dolor que siente el país tampoco es justificación para recurrir a la violencia o al vandalismo. No se puede exigir justicia violando de la ley.