El exceso de iluminación en espacios públicos, asociado a la idea falsa de desarrollo en las grandes urbes y a la idea de la seguridad ciudadana, está provocando despilfarro energético, problemas en la salud de las personas y efectos negativos en la biodiversidad, entre otros.

El crecimiento económico de los últimos 50 años ha ido acompañado del desarrollo de las ciudades, dando lugar a un nuevo tipo de contaminación poco conocida. Se trata de la contaminación lumínica, un fenómeno que avanza de forma silenciosa y que está teniendo serias repercusiones.

El exceso de iluminación y la utilización de sistemas de alumbrados públicos ineficientes provocan la emisión de luz hacia el cielo, y las partículas suspendidas en el aire propagan los fotones más allá de donde es necesario. Esta contaminación del cielo por la luz artificial es un problema global, y se ha demostrado que tiene efectos negativos sobre la economía, la biodiversidad, el paisaje del cielo nocturno y también sobre la salud de las personas.

Según las estadísticas del Ministerio de Industria, Energía y Turismo, el consumo de energía eléctrica destinado a iluminación ha aumentado de manera casi constante desde la década de 1960. En la actualidad la gestión ineficiente del alumbrado público va en contra de las políticas de austeridad aplicadas por los gobiernos desde el comienzo de la crisis económica.

La contaminación lumínica está afectando a la flora y la fauna nocturna. Es el caso de algunas especies de aves que pierden el rumbo en sus movimientos migratorios, debido a la desorientación que sufren por la pérdida de referencias terrestres durante el vuelo. Por su parte, la sobreiluminación de las zonas costeras está afectando a la vida marina.

Los efectos de este fenómeno sobre las personas se traducen en la alteración de los ritmos circadianos y la alteración en la secreción de melatonina, lo que puede alterar la función celular y orgánica normal. También se ha demostrado que la descoordinación entre los ritmos fisiológicos y el ciclo natural luz-oscuridad puede provocar alteración del sueño, problemas de atención y concentración, y muchas veces están asociados a procesos de envejecimiento celular acelerado.

Los astrónomos fueron los primeros en alertar del problema. La luz artificial que emana de las ciudades altera la luz que llega de los astros celestes. Para contrarrestar los efectos de la contaminación lumínica los astrónomos utilizan filtros que bloquean determinadas longitudes de onda y permiten captar únicamente la luz procedente de los astros. Cada vez es más complicado encontrar un lugar donde el halo luminoso de las ciudades no afecte a la calidad del cielo nocturno.

En España hay varias plataformas que están haciendo una labor divulgativa muy importante, concienciando a las instituciones y al público en general de la necesidad de reducir la emisión desmesurada de la luz artificial. Es el caso de la Asociación Cel Fosc o la Red Española de Estudios sobre la Contaminación Lumínica, en la que participan varias universidades.

Bombillas LED
Durante los últimos años se están sustituyendo las bombillas incandescentes por bombillas LED. Aunque esta tecnología es más eficiente que los sistemas de iluminación tradicionales, no deja de tener efectos perniciosos. La luz blanca que emiten los LEDs también puede afectar a la salud de las personas y a la biodiversidad. Por otra parte, astrofísicos de todo el mundo han dado la voz de alerta de la imposibilidad de bloquear mediante filtros la luz procedente de este tipo de iluminación, impidiendo la actividad investigadora.

La contaminación lumínica es un problema global, por tanto, para reducir sus efectos hay que aplicar medidas desde diferentes ámbitos y de manera conjunta. La elaboración de normativas menos permisivas, velar por su cumplimiento, la instalación de sistemas de alumbrado inteligentes que adapten la intensidad de la luz a las necesidades de cada momento o la aplicación criterios de eficiencia energética son algunos ejemplos de las medidas que se deberían adoptar.

Compartir