Este órgano característico de los mamíferos placentarios vivíparos, entre los que se encuentran los homínidos, juega un papel clave en la supervivencia del feto, ya que, entre otras cosas, aporta los nutrientes necesarios para que se desarrolle y le permite respirar y excretar los productos de desecho. Aunque algunas especies de serpientes y lagartos poseen estructuras análogas, hasta hace pocos años se pensaba que las auténticas placentas eran exclusivas de ese tipo de mamíferos.

Sin embargo, en 2011, Daniel G. Blackburn, del Departamento de Biología del Trinity College, en Connecticut (EE. UU.), y Alexander F. Flemming, del de Botánica y Zoología de la Universidad de Stellenbosch, en Sudáfrica, revelaron en la revista Journal of Morphology que el reptil Trachylepis ivensii tiene una que funciona de forma prácticamente idéntica.

Durante el desarrollo embrionario, este animal, que el biólogo Philipp Wagner, del Museo de Investigación Alexander Koenig, en Alemania, ha localizado en la República Democrática del Congo, Zambia y Angola, pierde el remanente del cascarón y se fija a la pared del oviducto de su madre, donde accede al sustento a través de su sistema circulatorio.

Compartir