Benito Cerati creció entre consolas, gui­tarras, micrófonos, ca­bleado, productores, músicos… Testigo de la le­yenda de su “viejo” Gusta­vo, de los primeros escuchas de sus canciones en solitario y de que Soda Stereo preparaba su regreso una década tras su disolución. Sólo él, y su fami­lia, saben que su padre mane­jó su carrera como quiso: fue un hombre sin límites, músi­co, historia, papá, influencia, consejero y leyenda. ¿Cuál fue la mejor enseñanza que dejó a su heredero de 23 años?

“El que mi primer disco sea acid house”, dijo Benito a Excélsior, carcajeándose, presumiendo un humor bas­tante ligero e inocente, “lo grabamos en un ambiente muy familiar con mi viejo, yo tenía seis años y me acuerdo que me grabaron en una má­quina techno, y fue muy bue­no empezar por ahí, porque ¿quién da sus primeros pasos en acid house?

La enseñanza fue la no enseñanza hasta cierto punto: ‘haz lo que quieras’ (le decía su papá), eso es lo que es­toy haciendo ahorita, lo que quiero, lo que me nace y rijo mi vida por esa premisa, y es de las cosas más importante que me dejó”, agregó el mú­sico desde su natal Argentina.

No le pesa hablar de su pa­dre. Platica de Gustavo con el mismo gusto que le dio crecer con él 16 años de su vida: le dejó adoptar actitudes emos en la preadolescencia y ado­lescencia, y le dejó colaborar en varias de sus canciones.

Confiesa que hasta la fe­cha es una persona observada por llevar el apellido que car­ga con buena historia del rock argentino y latinoamericano, herencia que no le asegura un futuro igual de prometedor.

“Pero soy una persona que puedes mirar mucho tiem­po, pero después te aburres” —vuelve a reír— “soy alguien normal, no soy un semidiós ni nada por el estilo, de he­cho, tengo un montón de co­sas pendientes, como todos, no tengo la vida resuelta. Es cuestión de formarse; pero por supuesto hay cosas que me pesan, que me molestan, pero a todos los que están en esta situación les debe pasar”.

Muy temprano entendió que cuando su papá se fue en 2014, él tenía que labrar su camino. Benito tiene claro que no va a suplantarlo jun­to a Charly y Zeta Bosio. Es mejor que los promotores se guarden sus billeteras y sus ofertas. “De ninguna mane­ra lo haré. Será otro, yo creo que mi hijo podría hacerlo” —comparte—, “si bien me va, a ellos los veo dos veces en el año, pero me hacen sonreír mucho, son muy ingeniosos y cada que los veo son momen­tos súper”, dijo.

Su sendero está con Zero Kill, la banda de rock que bautizó en 2013 (antes lla­mada Blank Tiger), en la que puede darse el lujo de hacer una conjugación de dream­pop, rock, punk rock, trip hop, pop, electrónica, garage, rock industrial y todas las influen­cias que ha mamado de David Bowie, Oasis, Moloko, Garba­ge, Nine Inch Nails, Madonna, Massive Attack y guiños a la marca de la casa.

Su primer disco es Triptour (2013), un material edita­do en una época difícil de su vida: crecía y su papá seguía en coma; y lo más reciente es Alien Head (2016), título que alude a él: un chico con los pies en la Tierra, pero con la mente en otro universo.

“Cada vez que la estoy pa­sando mal compongo, porque cuando estoy bien, pues estoy ocupado pasándola súper. La nostalgia es algo que me ayu­da mucho, es lo que más me dispara. De chico era medio emo. Tengo una ra­cha de canciones en la que tú dices: a este chico qué le pasa. Denle algo de vida a este hombre.

“Me cuesta es­cribir la típica can­ción de amor, eso ya siento que está muy escri­to. Siempre busco contar co­sas más absurdas, cosas que a nadie se le han ocurrido. Exorcizo cuando escribo. Me hace bien. Lo plasmo en una rola y el demonio queda es­tampado. Es básicamente una especie de show el proceso de composición para mí”, dijo.

Alien Head, disco que to­cará en su totalidad el 22 de febrero en el Imperial, tiene nueve canciones producidas por él mismo y Tweety Gon­zález, uno de los productores más importantes de argentina y quien fuera conocido como el “cuarto Soda” por su trabajo en los teclados del grupo.

La portada del disco mues­tra a una familia con un fan­tasma colado en la foto y una contraportada en la que Beni­to usa una máscara. Una his­toria que vivió junto a su papá y su hermana.

“Estaba en Nueva York con mi viejo y mi her­mana, y entramos a un museo de me­diums, que me cau­saba gracia, porque si hay algo de lo que peco es de escepti­cismo, porque para mí todo era arre­glado, una ridiculez, pero a la gente le asombraba… Vi como mi viejo lo trajo de vuelta al consciente con una canción llamada Medium, pero yo lo quería representar con hu­mor, con títulos irónicos, ab­surdos, en los que imaginas cosas; la lírica va muy por ahí. Lo llevé a la onceava poten­cia. Fue muy gracioso dejar al fantasma calzando zapatillas”, compartió.

Excelsior.

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