El dolor es uno de los padecimientos más comunes en la consulta con el médico general. La frecuencia y la intensidad con la que se manifiesta, lleva al paciente a requerir de la interconsulta con el médico especialista ya sea del neurólogo, del reumatólogo o del traumatólogo. Sin embargo, también es importante la intervención del profesional de la psicología y tomar en cuenta las dimensiones emocionales del dolor agudo hasta el dolor crónico. Así lo refiere Juan Carlos García Ramos, Psicólogo Clínico adscrito al Hospital General Regional no. 1 del Instituto Mexicano del Seguro Social en Querétaro.
El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada a una inflamación o lesión tisular presente o potencial, manifestada por una disfunción del sistema nervioso y puede presentarse como síntoma o patología que va desde una cefalea tensional, una migraña, un dolor lumbar hasta una fibromialgia, artrosis, artritis reumática o estar acompañada de enfermedades como el cáncer, traumatismos craneoencefálicos o amputaciones. Muchas veces, el dolor se puede producir sin causa orgánica que lo justifique, teniendo en este caso, una función de alerta o defensa psicológica que el paciente no tiene claro por qué ocurre.
Con el dolor crónico hay un importante sufrimiento emocional para la persona que lo padece, para sus familiares y cuidadores, pues tiene un efecto negativo sobre la calidad de vida, correlacionándose con niveles altos de ansiedad y depresión. Cuando un paciente vive con dolor, sobre todo el llamado “dolor crónico”, experimenta una situación de estrés crónico que pone en marcha procesos de alerta general y de adaptación que no siempre son los más adecuados para la persona. El dolor crónico, lleva generalmente a una evitación conductual por la experiencia de un miedo irracional, alimentando la alerta psicofisiológica y por ende, a una reducción en el umbral del dolor.
El psicólogo clínico señala que los recuerdos de sucesos de nuestra vida se codifican en el cuerpo, generando “sentimientos corporales”, y estos se pueden reactivar ante la presencia de acontecimientos recientes muy estresantes. Durante los episodios perceptivos dolorosos, el estímulo desagradable (dolor) se integra con información acerca del estado general del cuerpo, con las ideas y recuerdos del paciente y con sus emociones ligadas al dolor.
Hay diversos tratamientos para el dolor: la toma periódica de medicamentos, la rehabilitación física, los ejercicios de relajación o de meditación hasta la “aceptación activa” que implica ayudar al paciente a entender el interjuego entre ideas, emociones y dolor. El paciente y su familia deben aprender a desarrollar una conciencia corporal y asumir el dolor con responsabilidad y sin culpas. Por ende, debe asumir una actitud de afrontamiento adecuado contrarrestando el pesimismo, el temor, la indefensión y el desamparo que genera su condición de doliente. El trabajo psicológico para la aceptación y manejo adecuado del dolor conlleva a una disminución del dolor mismo, del sufrimiento emocional y un mayor bienestar psicológico.