Terminando finalmente esta serie, sí, al fin… profundizaré un poco en el último comentario que les hice hace días y en el que señalé que Asia es la dueña de la agenda pero Medio Oriente marca el ritmo, y cabe explorar un poco el nítido contraste que causa observar al Medio Oriente frente a Europa y otras sociedades más avanzadas.

 

Insistiré en esta idea de las velocidades asimétricas del desarrollo global. Hasta hace muy poco Medio Oriente parecía una foto antigua, un retrato en blanco y negro como los que guarda uno en casa y que suele ser el único vínculo que nos queda con épocas tan distantes en nuestra comprensión que los atuendos y gestos de sus protagonistas nos parecen simpáticos tanto como nos parecen sombríos y lejanos a la vez. Muy poco tiempo en este caso es no más de 5 años, es verdaderamente poco, un pestañeo del devenir y vaya que ha habido cambios. Medio Oriente en su monocromática rutina histórica es una región extremadamente compleja y mucho más diversa de lo que solemos entender cuando escuchamos su nombre. No todos son musulmanes, los cristianos no son la primera minoría, no todos los musulmanes son iguales, hay diversas corrientes religiosas y cada una interpreta el Corán a su modo. No existen las democracias en la región y se trata de sociedades conservadoras con serios problemas para insertarse en un contexto que prácticamente los obliga a dar saltos a la modernidad y postmodernidad, las cuales perciben decadentes y obscenas frente a la religiosidad que ha marcado a esta región desde hace miles de años. Sin embargo, esa laicidad es precisamente la que ha abierto oportunidades para que la región se ponga al día. Los jóvenes del Medio Oriente usan Facebook y Twitter, navegan por internet y se mantienen al tanto del mundo, intentando sin éxito insertarse en él en igualdad de condiciones frente a los jóvenes de otras regiones, y es que sus padres y gobiernos no ven con buenos ojos la globalización de su juventud, creo que la confunden con occidentalización pero ese proceso ha mutado y no puede tacharse más de tal, sino del desarrollo de una verdadera globalización del individuo como ciudadano del mundo. La juventud de Medio Oriente ya cuestiona la mezcla de religión y estado, y se preguntan sino ha sido eso lo que más ha dañado su desarrollo. Aunque pocos aún, la juventud laica ha logrado encontrar apertura en los jóvenes musulmanes, muchos bien preparados y conscientes de la necesidad de separar la política de la religión. Finalmente, laicos o no son jóvenes con aspiraciones y caprichos, algunos tan banales como la libertad de jugar el último videojuego del momento sin que un enorme debate religioso y político se interponga entre ellos y la diversión.

 

La generación millenial ha logrado llevar a sus países a un nuevo contexto socio-político, esa foto a blanco y negro ahora se encuentra salpicada de colores que sin orden ni sentido pretende pintarse de color como cualquier foto de última tecnología. La primavera árabe, la cual dicen muchos está muerta y con lo cual no estoy en absoluto de acuerdo, ha sido el inicio de un movimiento progresista y progresista no en términos de izquierda sino mucho más auténtico, de progreso real con respecto a lo anquilosado de los sistemas políticos árabes, en los cuales la participación ciudadana no es parte de la ecuación. Los jóvenes árabes también quieren tener el poder de decidir sobre la administración y desarrollo de sus países, como lo hacen las juventudes de muchas otras regiones del mundo. La primavera árabe es una revolución que reclama democracia, como la revolución mexicana del 17 pero que al igual que la nuestra se enciende y detona a partir de la miserable pobreza y desigualdad entre la élite y el ciudadano de a pie, el caso árabe me atrevo a decir se encuentra exacerbado por lo anacrónico de sus aristocracias monárquicas, de los ayatolas todo poderosos sobre las masas de creyentes y los Reyes y Shas que construyen palacios sobre la arena mientras la gente común sin voz ni voto sobrevive apenas. Atreviéndome a hablar por mi generación, (yo también soy un millenial) podemos relacionar este reclamo popular de la juventud con el movimiento de Occupy Wall Street en Estados Unidos y el 99% de la costa oeste, con el movimiento 15M de Madrid y el #soy 132 en México y el levantamiento en Turquía por la imposición para quitar un parque en Estambul. Es tiempo de que lo anacrónico de nuestro tiempo sea puesto al día con las aspiraciones de los jóvenes en todo el mundo, lo vemos ahora mismo en Hong Kong, asistimos a una nueva era y nadie lo ha demostrado como la juventud árabe.

 

Esa juventud marca el ritmo de la agenda global, porque tiene contra la pared a muchos de sus gobiernos, muchos con gran influencia en Estados Unidos y en la economía global, como Arabia Saudita, un país obscuro que maneja hilos finos de la geopolítica tras bambalinas. El conflicto actual contra el Ejército Islamista no es otra cosa que una guerra religiosa entre países árabes, pero no es genuina… ha sido creada para justificar una verdadera lucha por el poder regional del Medio Oriente y por supuesto es un conflicto de élites religiosas, unas suníes otras chiís y sufíes. Por un lado están Irán e Irak (Chiís), el caso Sirio es muy particular porque la élite gobernante pertenece a una pequeñísima minoría religiosa que gobierna a todo el país, más o menos dividido entre sunís y chiís, y luego están los de la península arábiga con una poderosa mayoría suní y en un caso excepcional está Egipto que ha logrado de un modo u otro ser algo más institucional y probablemente el único país del Medio Oriente (aunque situado en África) que tiene una clara separación entre política y religión, endeble pero que persiste.

 

La realidad es que los conflictos de Medio Oriente tienen tantas implicaciones económicas para el resto del mundo que es el avance de esos conflictos lo que marca el ritmo de la agenda global, hay tanto que no se avanza por la inmovilidad del Medio Oriente, ahora es un polvorín y siempre lo es por una razón u otra. Estados Unidos ya no interviene del mismo modo y eso ha creado espacios de poder, la batalla ha comenzado y mientras ellos se pelean, Estados Unido, Europa y China son cada vez menos dependientes del petróleo en el Medio Oriente, es una lucha de largo plazo pero de poco aliento.

 

Pasemos a Asia, es emocionante lo que ocurre allá, nada nuevo pero el ritmo de desarrollo es tan vertiginoso que probablemente jamás se ha visto en la historia un desarrollo tan extenso en tan poco tiempo.

 

Asia es diversa pero tiene un entendimiento común sobre muchas cosas, es algo que creo haber podido percibir cuando vivía en California, se ven muchos grupos de asiáticos, originarios y de primeras y segundas generaciones, se ven tailandeses, chinos, japoneses, vietnamitas, cambodianos, indonesios, coreanos, de todo y aunque son muy distintos si hay algo que los americanos entienden cuando se refieren a todos ellos por igual como The Asians (Los Asiáticos) y lo hacen por la facilidad que provee la ignorancia para identificarlos pero tienen cosas en común. Todos son muy trabajadores, son muy jerárquicos, son muy adaptables y son ingeniosos para insertarse en cualquier industria venciendo todos los obstáculos, también tienen una obsesión difícil de describir con acceder a la mejor educación posible, los niños asiáticos lideran todas las marcas de desempeño escolar en Estados Unidos. Si lo trasladamos a Corea o Singapur, vemos que estos países eran tan pobres y estaban tan atrasados como América Central hoy en día, el cambio fundamental fue la educación y la disciplina para vencer todo lo necesario para convertirse en sociedades modernas capaces de competir con los mejores del mundo y lo han logrado, Singapur es el centro neurálgico de buena parte de la logística de mercancías en el mundo, la capital mundial del comercio y Corea ha logrado ser un competidor de alta tecnología y desarrollo formidable frente a los países tradicionalmente avanzados. Vietnam es una potencia en exportaciones de poco valor agregado pero hace 15 años era un país traumatizado por las secuelas del dominio comunista y luchaba por mantener una economía netamente agrícola. Y todos conocemos el caso Chino, nación que ha sellado los últimos clavos en el ataúd del súper poder estadounidense. Ya el primer mercado mundial y con una estrategia de plena expansión, el mayor importador mundial de materias primas, el primer exportador y el mayor inversor en infraestructuras en todo el mundo, son un agente global en todas las bandas y en cada rincón del mundo. El balance del poder chino se centra en buena parte en su capacidad para reconocer el valor estratégico de cada país y región en el mapa mundial, algo que Estados Unidos entendía pero que no explotaba a fondo. Estados Unidos, ensimismado, siempre se ha visto como una metrópolis imperial que imponía sus condiciones. Los chinos no son unos santos, no les importa si hay dictaduras en el mundo o no, pero imponen sus condiciones mediante los negocios, dando oportunidad a cualquier país o régimen de llevarse una rebanada del pastel y eso es difícil de vencer. China no se ve como una metrópolis global sino como una presencia global, dispuesta a llegar a cada rincón en el que le sea permitido entrar.

 

Asia marca la agenda por que la presencia china en el mundo es tal que con relativa facilidad puede cerrar negociaciones estratégicas que le permiten mantener una posición de desafío claro a cualquiera que se interponga en sus objetivos. Salvan a Europa comprando bonos soberanos a cambio de influencia política, lo mismo hacen con Argentina para garantizarse el suministro de gas, soja y carne, en África lo hacen para garantizarse acero, minerales preciosos y demás recursos valiosos para la manufactura, han comprado voluntades, todas ellas con un uso estratégico, sea económico o político y todos con una repercusión geopolítica. Estados Unidos ahora corre a ofrecer apoyos y ayudas, a veces sin posibilidad de competir con los desembolsos chinos. Como dicen los americanos, “too little, too late”. Cada país asiático es una nueva y pequeña China en potencia y eso es lo que todo mundo busca aprovechar. El riesgo que esto plantea es que vivimos en un mundo en el que el caos postmoderno prioriza la liberad económica sobre la libertad humana y eso probablemente sea el conflicto ideológico de este siglo, una cosa es la libertad para comer y comprar y otra muy distinta es la libertad de pensar.

Mauricio Rebolledo