Al fin estoy de vuelta para terminar con ustedes la última columna de nuestra serie del caos postmoderno. Nos quedamos en el escenario regional, comencé con Europa y hablamos también de Oceanía. En esta ocasión hablaré del resto. Dentro de este mundo diverso como he insistido, el planeta, la humanidad se mueve a varias velocidades y tiene diversos contextos, en Europa como les comenté observamos un postmodernismo pesimista en un escenario de decadencia de estados nacionales, sin embargo no todo es pesimismo ni postmodernismo, también hay feudalismo, modernismo y demás, suena complejo pero no lo es, básicamente hay sociedades más desarrolladas que otras.

En el caso de América del Norte, vemos un mapa mixto y extraño pues no es una región plenamente postmoderna y tiene que ver con que los tres países que la integran son mucho mucho más jóvenes que los estados europeos. Estados Unidos aunque nos parece normalmente avanzado no lo es tanto, el desarrollo pleno se ubica en las costas y muy lejos de ellas la realidad es mucho más rural y conservadora para bien y para mal. Estados Unidos no es una nación en decadencia como tal, pero si lo es su poder hegemónico, ostentado en los últimos 65 años y ello se debe a los cambios en las estructuras y equilibrios del poder global, todo gira ahora en Asia. Pero no sólo eso, también la sociedad estadounidense está cambiando como no lo ha hecho antes, se ha vuelto una sociedad desconfiada y enormemente crítica con su gobierno el cual solía y aún intenta tratar a sus ciudadanos como pequeños niños sobreprotegidos, pero esos mismos ciudadanos comienzan a darse cuenta que ya no viven con las ventajas del imperio militar y económico de antes, ahora deben competir con mayor igualdad con el resto del mundo por la comodidad a la que están acostumbrados, es por eso que ahora Estados Unidos lucha por no desvanecerse del todo como ocurrió con el imperio británico pero si da muestras de cansancio con el autoimpuesto y no tan envidiado puesto de “policía del mundo” a los estadounidenses ya no les importa ser el faro de libertad y democracia, están más preocupados por mantener la casa a flote. Obama ha tratado de focalizar sus esfuerzos en campañas diplomáticas y militares que considera indispensables al tiempo que arenga a los europeos y a cualquier país que tenga a bien tomar parte del protagonismo y la factura que Washington ya no puede mantener por sí solo, es pues una carrera contra el tiempo antes de que su salida de la escena sea de tragedia griega.

Por otro lado está Canadá, es un país pequeño, educado, donde casi todo parece ir muy bien, es un país admirado y bienvenido, pero se encuentra haciendo cambios profundos que marcarán su destino en el futuro. El bienestar social canadiense y la visión que la sociedad tiene de sí misma están en transformación y se debe a enormes reformas en el pensamiento del gobierno actual que ya es longevo y persiste. Canadá está dejando de ser más o menos británico y está encontrando una nueva identidad propia, una mucho más norteamericana, cada vez más similar a Estados Unidos. Los controles a la empresa privada, normalmente más acotada que en el sur, han desaparecido y las grandes trasnacionales aumentan su impacto en la economía y el estado. Es posible que Canadá adquiera un protagonismo global, se viene esperando desde hace mucho, lamentablemente no será la clase de líder global que esperamos, será un Canadá mucho más ensimismado, uno menos multilateral, incluso belicista, está por verse. Canadá es una sociedad moderna, optimista y los cambios que viven tienen que ver con esa visión de futuro, tiene un ánimo expansionista nada propio del Canadá al que estamos acostumbrados.

México… todos sabemos dónde estamos ¿no? somos un país joven con una sociedad añeja, que como una pintura de Dalí es francamente surrealista. Es un país donde podemos ver casi todas las velocidades habidas en el mundo, y casi todos los contextos. Hay destellos de un postmodernismo optimista en la Ciudad de México, incluso en algunos puntos de la provincia, pero en otras regiones podemos visualizar perfectamente la edad media, envuelta en combates de todo tipo que se dirimen por la fuerza de las ametralladoras y los rifles de asalto. Hay regiones modernas y pujantes y otras tristemente feudales. Sin embargo hay razones para ser optimistas, aunque todo lo que veamos y escuchemos nos venda lo contrario. México sin duda ha cambiado y lo sigue haciendo, es una proto democracia con unos cuasi partidos que en cualquier momento podrían desbaratarse, siempre y cuando la sociedad decida poner orden y muy poco a poco esa sociedad lo está haciendo. Nuestro país es sin duda uno de los más fuertes candidatos a convertirse en un actor global de gran talla, nuestra economía aunque sólida, es limitada por la falta de consumo interno y por una baja productividad. En temas internacionales México cuenta con un gran prestigio, es bien visto por todo el mundo (excepto por sus competidores) y hemos sabido posicionarnos estratégicamente con los países clave, aunque no hemos explotado esas asociaciones como deberíamos. Recientemente se hizo un cambio fundamental, y es que nuestro país participará en los cascos azules de las Naciones Unidas, se trata de un ligero cambio con profundas implicaciones, es un mensaje geopolítico y quiere decir que México pretende ser un actor visible en los grandes temas internacionales. Desafortunadamente no iremos muy lejos sino logramos resolver problemas como la pobreza, la mediocridad educativa y el estado de derecho.

Los tres socios de América del Norte se complementan y cada uno de ellos vive momentos cruciales en su historia, si estos países logran consolidar su integración, su potencial económico y energético podría garantizar que se conviertan no sólo en los únicos opositores viables al poder chino sino que incluso podrían frustrar las ambiciones chinas de hegemonía económica global.

Más abajo se encuentra Sudamérica, que también vive momentos interesantes. Se trata de un revoltijo ideológico en el que es más claro observar la evolución de la mentalidad latinoamericana. Nunca antes el subcontinente había vivido tanta bonanza y probablemente se esfume pronto, cerrando muchos procesos socio-políticos. Las izquierdas pierden sus matices para quedar algo más desnudas frente a los electores, ello trae muchas ventajas, pues tal vez de una vez por todas, la fiebre populista en América Latina termine por ser un mal recuerdo o algo hasta políticamente incorrecto. Los fracasos de las naciones populistas son estrepitosos frente a los éxitos de los países más moderados. Colombia y Perú se han vuelto países confiables, con sociedades optimistas y en transición, ya perfilan su modernidad y evolución y por primera vez cuentan con clases medias capaces de crear escenarios interesantes y que abrirán enormes inversiones, pronto veremos una sinergia innovadora que cambiará para siempre los estereotipos que teníamos de esos países. En la otra cara de la moneda está Argentina y tal vez Brasil aunque para nada se encuentran en una situación similar. Argentina se enfrenta a una historia contada muchas veces, enorme crisis, incertidumbre, caos. El país no logra desafanarse de un nacionalismo populista que impide la irrupción del país en los mercados y en la sociedad de naciones, ha quedado sin credibilidad, recuperarla podría tomar un par de generaciones. Brasil por otro lado ha ido bien, aunque el desgaste político de su gobierno es claro y obvio después de 12 años en el poder, la economía tiene problemas pero son coyunturales. A diferencia de la sociedad mexicana, la brasileña ya da indicios de control sobre el gobierno y las corporaciones, es más democrático y sus partidos tienen perfiles más claros de representación popular. El problema de Brasil es que no tiene aliados claros que puedan ayudarle a dar rienda suelta a sus aspiraciones globales, es sin duda un actor de peso pero sin experiencia, ha demostrado una enorme incompetencia a la hora de fungir como líder regional y a nivel global ha terminado humillado por su actitud beligerante y estrecha con respecto al ejercicio del poder político y económico que tiene a su disposición. Enfrenta los mismos problemas que México pero parece reticente a hacer los cambios necesarios para insertarse mejor en el contexto global.

Hablemos ahora de África. Se trata de un verdadero caos, hay guerras religiosas, étnicas, políticas, etc… Sabemos que la debilidad de sus gobiernos es endémica y muchos estados nacionales no alcanzan a representar a muchas de las comunidades y etnias del continente. Actualmente es foco de la epidemia de ébola, lo que sin duda es un tema de preocupación internacional, sin embargo no lo suficiente, pues no ha logrado acaparar la atención del mundo. En África hay estados fallidos pero también hay fenómenos interesantes, hay países que pese a todo han logrado dar pasos concretos en temas como organización territorial, control y estado de derecho, crecimiento económico autónomo y desarrollo de infraestructuras y mejoras sensibles en la calidad de vida. Aunque es el continente con la peor distribución de la riqueza, finalmente se han desarrollado naciones atractivas a la inversión, al crecimiento de los negocios y a la generación de riqueza. Es el caso de Kenia, Sudáfrica y Nigeria, en donde se viven verdaderos procesos urbanísticos y grandes migraciones del campo a la ciudad, como en china y muy similar a las migraciones rurales americanas de los siglos XIX y XX. África no es un continente moderno ni postmoderno, pero se encuentra ya en una carrera por ponerse algo más al corriente con el resto del mundo, es posible que se trate de la mayor transformación social y económica de nuestro tiempo. Los tiempos de lástima y condescendencia para los africanos podrían llegar a su fin en este siglo. Sudáfrica es ya un miembro clave del G20 y sin duda el mejor representante de la ebullición africana; pero también está Nigeria, que ya es la primera economía africana y que con la ayuda de su enorme producción petrolera se convierta en un verdadero foco de prosperidad en el continente negro, compitiendo cara a cara con muchos países latinoamericanos por inversión y otros flujos de capital. África es el futuro, así como fue el origen.

Nos queda el Medio Oriente y Asia. Polos opuestos del acontecer de este planeta, sin embargo ya he hecho esto muy largo y me disculpo por ello, pero he decidido dejarles al finar por su importancia. Asia es dueña de la agenda geopolítica, pero Medio Oriente marca el ritmo de los cambios. Retomaremos este asunto en nuestra próxima cita, que prometo será más pronto que tarde.

Mauricio Rebolledo

Compartir