“UNA PERSPECTIVA ÉTICA DEL DERECHO A LA CIUDAD”
3ª. Parte. El hábitat
MGPA. JOSÉ LUIS ALCÁNTARA OBREGÓN*[1]
Septiembre 2014
En esta tercera entrega, planteamos que la producción de un hábitat coherente, adecuado y bien planificado contribuiría a consolidar una calidad de vida integral. Casa y entorno son componentes del hábitat que se integran en el concepto de “vivienda”; en éste se articulan los atributos de uno y otro componente en términos de calidad y de cantidad. Es decir, además de “dar cuenta de los elementos que componen la interioridad del lugar para vivir, se involucran al mismo tiempo los elementos propios de los entornos próximos y remotos” (PNUD y UN Hábitat, 2004). Con esta distinción se establece una separación entre las formas convencionales de abordar la vivienda, entendida en su simple acepción de casa, con la más pertinente para elaborar políticas integrales en un contexto más amplio, el del desarrollo urbano y la ciudad. De esta manera, el problema de la vivienda no atañe a la casa en sí misma, sino que, por el contrario, está directamente asociado con aspectos de naturaleza diversa inherentes al entorno, los cuales llegan incluso a trascender su materialidad física. Dentro de éstos se puede incluir, entre otros, la provisión de servicios públicos, la dotación de servicios sociales, la provisión de zonas verdes, la distancia a los lugares de trabajo, la conectividad urbana, el espacio público, etcétera.
El derecho a la vivienda comprende igualmente el derecho a que ésta se encuentre en un lugar adecuado, que permita el acceso al empleo y la movilidad urbana, a los centros de atención y educación para los niños y sobre todo que garantice y no ponga en peligro el disfrute de los demás derechos humanos (PNUD y UN Hábitat, 2004).
En la misma línea de pensamiento, Cely (2006) complementa esta aproximación al concepto de “vivienda” y establece que, como resultado de la necesaria concurrencia armónica entre etos (entorno natural) y étos (entorno natural asumido desde la responsabilidad humana), oikos configura el concepto de “hábitat”, inherente a todo problema relacionado con la “vivienda” y consustancial, por extensión, al de casa y entorno. En ese sentido, se hace evidente que el étimo oikos, presente en las palabras economía y ecología, espacializa los conceptos que éstas contienen, constituyéndolos en dimensiones del hábitat y por tanto, en factores de desarrollo humano. Al señalar que el hombre es naturaleza consciente de sí misma que en consecuencia, deviene en cultura (Cely Galindo, 2006), integra la dimensión cultural como otro de los fundamentos del hábitat, refiriéndose más que a la cultura material, a la relación del hombre con los otros, a su sistema de interacciones y a su estructura social, como manifestaciones inmateriales de un proceso cultural en permanente construcción.
Estas relaciones casa-entorno y vivienda-ciudad, como referentes espaciales y soportes físico-funcionales, configuran el “territorio en que se localiza el ser humano de una manera multidimensional–natural y social” (PNUD y UN Hábitat, 2004), económica y cultural, es decir, el hábitat. No obstante el carácter espacial de este concepto no se reduce a éste, sino que incluye lo que él representa como lugar de reconocimiento e identidad tanto individual como colectiva y, en consecuencia, como espacio de significación y sentido.
Resulta claro entonces que, detrás del problema de la vivienda, subyace el del hábitat como un sistema físico-ambiental que involucra, y en el cual se integra un complejo conjunto de relaciones sociales, económicas y culturales. Lo más importante es que este sistema se constituye en factor de desarrollo humano y, como tal, es preciso procurar un marco de equilibrio en las relaciones entre objeto y sujeto coincidente con las capacidades y derechos.
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[1]Maestro en Gestión Pública Aplicada por el ITESM, Ingeniero Civil y Licenciado en Derecho; Doctorando en Derecho por la Universidad Anáhuac Querétaro. Docente en la Facultad de Ingeniería de la UAQ y en el Instituto Tecnológico de la Construcción.