Estimados Amigos, así como me dirigí a ustedes con un tema más sombrío la última vez, en esta ocasión quiero compartirles un mensaje más amable y que me parece fundamental dentro el amplio marco de los temas internacionales, tiene que ver que con el liderazgo occidental y la crisis sistémica que seguimos enfrentando en todo el mundo.
La crisis como lo hemos tratado antes tiene que ver con los espacios de poder, pero el poder por sí solo no resuelve nada, cuando les hablo de poder también he querido hablarles de liderazgo, y ello tiene que ver con la legitimidad y la razón del liderazgo per se. El pasado mes de noviembre el Papa Francisco tocó este tema ante el Parlamento Europeo. He de confesar que no soy el mayor fan de la Iglesia Católica pero desde que llegó este nuevo Papa no puedo seguir ignorando que me sorprende constantemente el fondo y forma de su mensaje, que decir de su plataforma…. Me pareció que con mucha gracia, con mucha elegancia expuso en buena medida las fuentes de conflicto en nuestro tiempo, desde esa Europa xenófoba y excesivamente individualista, tan postmoderna que se nos olvida que el pensamiento humanista nació ahí.
El Papa en su discurso ha querido recordar a los europeos el papel que podrían jugar en este mundo en crisis, no sólo como tierra de conocimiento y creatividad sino como defensora de aquello que representa lo más valioso de la humanidad, su capacidad para recomponerse en una comunidad global encaminada al bien común a partir de su respeto a la dignidad humana, utilizando como herramientas el trabajo, la solidaridad, la subsidiariedad y la cooperación. El Papa ha querido referirse a la desigualdad desde la “opulencia insostenible” que en la cultura popular del siglo XXI son llamados los problemas del primer mundo. Ha recordado lo intolerable que es la hambruna, la esclavitud y la explotación del ser humano en todo el mundo y cuando la vida se rige por una economía que percibe al ser humano como un engranaje de consumo, una herramienta más del entramado del poder económico privado, ha recordado que ese interés económico privado no es universal y por lo tanto no puede concentrarse la organización de Europa y de los pueblos en aquello que beneficia a unos pocos en detrimento de todos.
El Papa ha querido recordar a Europa que nadie más ha encarnado como ellos los valores del humanismo, en la concepción de sus políticas de protección social, de desarrollo humano, educación y creatividad. Y todo esto lo recuerda porque occidente está inmerso en una crisis moral, que eterniza los problemas del desarrollo humano. Lo que dice el Papa me parece fundamental, difiero en el matiz moral, creo que es una cuestión ética, pero él desde su cristianismo y yo desde mi secularismo tal vez muy en el fondo nos referimos de manera similar a un problema de prioridades y valores. Es necesario que este planeta cuente con un liderazgo ético que reconozca los desastres causados por el economicismo inhumano, el Papa cree que debería ser Europa, que necesita ser Europa para poder volver a tener relevancia global, para que tenga sentido su presencia. Coincido con él en que Europa por muchas razones es idónea para ello pero atendiendo a la realidad este mensaje debe ser intensificado en América, donde nos ha imbuido por completo el economicismo fundamentalista, en Asia que se ha creído el sueño chino sin pensar en la factura ambiental.
El Papa también mencionó que el tema ambiental va de la mano con el bien común y que el ser humano no es amo de la tierra sino un protector de su prosperidad. Su llamado a modificar las estructuras de nuestra realidad, reemplazando el dinero por el ser humano es indispensable para la sostenibilidad de la gobernanza global. Todo ello que el Papa ha mencionado sirve para orientar un poco hacia donde deberían ir las políticas públicas del futuro, comprendiendo que no queda mucho tiempo antes de que muchos pobres decidan romper la mesa donde comen muy pocos ricos.
El mundo necesita llenar vacíos de poder, con líderes legitimados que reconozcan el problema y que atiendan al ser humano como elemento central del orden político, social y económico.