Hoy tengo un empleo en una fábrica, rolo turnos. No ha sido sencillo. Entro a trabajar a las 7:00 de la mañana, salgo a las 3:00 de la tarde. Al llegar José esta con mi vecina, quien pasa por él a la escuela. Llego a casa y rápido hago de comer, pues llegamos hambrientos y cansados. De rato llega Luis, a quien le sirvo de comer, llega cansado. Más tarde lavo la ropa sucia y preparo la que vamos a ocupar al día siguiente. No hay mucho tiempo para disfrutar. Hay mucho por hacer.
Hoy que mi pequeño se encuentra enfermo, me cuesta mucho dejarlo en casa. Pero si no llego a trabajar me descontaran el día. No puedo darme ese lujo. He llamado a mi madre para saber si puede cuidar a José, no le fue posible. Me siento terrible, no quiero dejar solo a mi hijo. No tengo opción. Imposible pedirle a Luis que cuide de él, ya que es mi obligación. He llegado a pensar en la gran ventaja de haber tenido un hijo en lugar de una hija, hay algo dentro de mí que me dice: “no pienses así” pero mi realidad a cada día me confirma que fue lo mejor. Será el jefe de familia, el que dé las órdenes, solo espero que se case con una “buena mujer”.
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Tú, yo, ellas, nosotras… hemos sido educadas bajo esquemas pre establecidos, que nos han inculcado de forma inconsciente nuestros padres y madres. Digo inconsciente, porque son tan aprendidos que poco los cuestionamos y mucho más complejo es “cambiarlos” Las instituciones, el Estado, los medios de comunicación, nos han repetido una y otra vez cuál es el rol que nos corresponde, cuáles son las actividades que como mujeres “debemos” realizar, nos señalan cómo comportarnos, cómo vestirnos; y lo asumimos de manera tal, que no existe conciencia en lo que día a día hacemos y más aún en cómo educamos.
Hoy tú, yo, ellas, nosotras; tenemos la oportunidad de “cambiar” de “deconstruir” de “transformar” pues tanto padre y madre son responsables de la educación de los y las pequeñas (ya que bien dice mi Maestra Muriel Salinas, “hasta en las ausencias se educa”) transformemos estos paradigmas que “tazan” las conductas humanas, que reprimen, que imponen, que violentan. Comencemos por preguntarnos ¿Qué similitud tengo yo con esta historia? (no importa si eres hombre o mujer, pues todos y todas formamos parte de esta sociedad y esta cultura) y vayamos más allá ¿Qué decisiones tomarán mis hijas, mis hijos? ¿Qué decisiones estoy tomando yo? Te invito a comenzar a identificar las palabras, las acciones, los pensamientos que realizamos durante el día y que encasillan a hombres y mujeres; te invito a cambiar, a transformar, a hacer y construir una sociedad igualitaria, aliada; te invito a hacer consciente lo inconsciente para comenzar a cambiar. La decisión es tuya, es mía, es de ellas, de ellos, de todos y todas.
Un intento a la vez, pero nunca dejar de intentar. Y ¡recuerda! cuando hablamos de una Mujer, hablamos de Todas y ahí nos encontramos tú, yo, ellas, nosotras.