Sophia Hewson realizó una singular expresión artística en forma de protesta: la artista británica citó a un desconocido en su departamento para filmar lo que llamó una ‘representación de violación’. En el video de tres minutos de duración, lo único que aparece en la toma fija es la cara de Hewson, que mira con seriedad a la cámara mientras es penetrada. De vez en cuando, los brazos y los movimientos bruscos del desconocido al que llama Bob intervienen en la escena. Ningún momento es explícito, ni siquiera se muestra desnudez, sólo la expresión de Hewson mientras se perpetra el acto.

La expresión común es el descrédito por la simulación del acto: a pesar de que la autora afirmó no haber experimentado placer alguno ni estar dispuesta a tener sexo, evidentemente no se trata de una violación real, cualquiera podría pensar que Hewson agendó la cita con Bob y planificó cada aspecto de la grabación. Limitar el análisis a estos términos es tanto como salir molesto del teatro porque no corrió sangre real entre los Capuleto y los Montesco y al final, el remedio del boticario que se bebe Romeo resultó ser sólo agua, mientras que la daga de Julieta no es más que un cuchillo de utilería y su sangre un pañuelo rojo.

La intención original de Hewson, según sus propias palabras, es mostrar que «la violación, más que un acto sexual, es el fundamento de toda la institución del patriarcado y por ende, es el campo de batalla para desmantelar todo el dominio masculino». Puede que la violación sea el hecho que define por excelencia la dominación del hombre sobre la mujer, pues en él no sólo es obligada a tener sexo sin su consentimiento, también desarticula toda su voluntad, sometiéndola a otra que por razones inteligibles es prioritaria, más importante y la intención femenina de negarse al acto es simplemente desechada; sin embargo, el fundamento del patriarcado dista de aparecer explícito en el abuso sexual.

En realidad la base del machismo en la sociedad actual, lo que Hewson llama «el fundamento de toda la institución del patriarcado» está oculto en la violación y también en cada una de las relaciones sociales que perpetúan el vínculo entre la familia nuclear tal como la conocemos. La base no está en la violencia, ni siquiera en la dominación o el control que un hombre puede ejercer sobre las acciones y la voluntad del sexo opuesto. Todas las anteriores son expresiones, síntomas de una condición enraizada tan profundamente en el entendimiento humano, como quien comprende que el robo es una acción deplorable que debe ser castigada.

La legitimación del machismo, entendido como la postura tanto del hombre como de la mujer presente en incontables culturas, tradiciones y momentos históricos determinados que expresa debilidad y sumisión femenina, así como el dominio de su voluntad y acciones por el género masculino, está basada en la propiedad privada de los medios de producción, pero ¿qué tiene que ver todo eso con el machismo?


La primera división social del trabajo surgió cuando el humano primitivo comprendió que por los caracteres físicos distintivos entre géneros, la consecución exitosa de la preservación de la especie exigía una especialización por sexos; de forma que el hombre, por su fuerza mayor a la de la mujer, podía realizar acciones como la caza y la tala, mientras que la mujer, además de su condición biológica de ser quien carga con el futuro de la raza humana, desarrollaba de mejor forma labores como la agricultura y la construcción de refugios.

La importancia relativamente mayor del género femenino en el éxito de la conservación de la raza humana posicionó a la mujer en un papel preponderante, despegó del mero hecho biológico y su cuerpo se constituyó como un espacio depositario de la herencia, que había que preservar y cuidar, no solamente de los riesgos inherentes a la salud, también del intento de otros por tomar lo que contiene su propiedad.

El campo de batalla no se limita únicamente a la lucha contra el abuso sexual que propone Hewson, sino que es diverso y sus multiplicidades se presentan casi en cada instante de reproducción de la vida diaria: en la casa, el dormitorio, el transporte público, la escuela, el trabajo, los medios de comunicación masiva y la publicidad que insta a seguir haciendo de la mujer un objeto depositario, no solo de la herencia, también de los placeres, los errores, la frustración y la decadencia actual del género humano. El video de tres minutos es exhibido únicamente en la Mars Gallery, en Melbourne, Australia.

CON INFORMACIÓN DE CULTURA COLECTIVA

La artista que grabó su violación para crear conciencia sobre el machismo

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