La única señal que delata que esta es la oficina de una empresa dedicada a la criogenia es un recipiente de acero inoxidable. Su propósito es transportar un cerebro humano, y si se usa para su verdadero fin y no como decoración, llevaría ese cerebro a un receptáculo más grande lleno de nitrógeno líquido. El cerebro se preservaría allí por el tiempo que tarde la comunidad científica y tecnológica en resolver algunos problemillas.

Primero, cómo reparar el daño al tejido causado por la congelación. En segundo lugar, y más importante, cómo obtener acceso a los datos en su interior -las neuronas, conexiones e impulsos que constituyen los recuerdos, las emociones y la personalidad de una persona- y traerlo a la vida, ya sea en otro cuerpo más saludable o cargado en una computadora.

Éste es el refugio de Danila Medvedev y Valerija Pride, pareja, transhumanistas y confundadores de KrioRus, una compañía con sede en Moscú consagrada a la búsqueda de la inmortalidad y con la ambición de convertirse en la compañía criogénica líder en Europa y Asia.

EL FINANCIERO

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