Que no confías en tus ideas
Peor aún, que se te acabaron las ideas
A todos nos pasa, el momento de pánico en el que te das cuenta de que tienes que solucionar algo y la mente se te queda en blanco es una sensación universal, especialmente en ambientes de trabajo. El problema es que, sobre todo si tu carrera es muy competitiva, en un entorno laboral puede dejarte muy mal parado admitir que estás perdido/a; hasta el grado de sentir que necesitas ayuda.
Que te resistes al cambio
Que no te interesa aprender cosas nuevas
Cuando alguien te pide que hagas una nueva tarea que técnicamente no estaba contemplada entre tu experiencia o en la descripción de tu puesto, puedes resistirte inmediatamente por miedo a que te carguen la mano, pero negarte sin más puede dejarle saber a tu jefe que no te interesa hacer un esfuerzo y que solamente estás ahí por tu quincena; es decir, que la empresa te vale un pepino. Lamentablemente ésas son las primeras personas que se consideran para salir cuando tienen que recortar gastos.
Que odias tu trabajo
El trabajo puede ser como una relación, no todo siempre es bueno y no puedes evitar los conflictos aunque intentes llevar siempre todo por el mejor camino. Pero como en una relación, no vas a empezar a decir que odias a esa persona en el momento en que las cosas empiezan a salir mal, porque ésa es la manera más rápida de perder la relación, o en este caso hipotético, el trabajo.
Que estás buscando otro trabajo
Volviendo a imaginar que tu trabajo es una relación, ¿cuándo fue la última vez que le dijiste a tu pareja que estabas ya buscando a alguien que tomara su lugar? Así, no es recomendable hacerle saber a la empresa que ya estás buscando otro trabajo a menos que ya tengas algo firme y estés avisando que te vas. Si te apresuras puede que pases las últimas semanas en ese trabajo hundido en la miseria y rodeado de actitudes negativas, lo cual sería mucho peor si al final no se concreta la otra opción.
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