AFA-CatonPlaza de almas.

“Estoy embarazada”.

Así me dijo.

Yo era estudiante entonces.

Cursaba el cuarto semestre de la carrera.

Ella estaba un semestre más abajo.

Teníamos de novios desde la prepa, aunque, la verdad, yo a veces me aburría y salía con otras, y la dejaba de ver por algún tiempo.

Pero siempre volvía con ella.

Una noche fuimos a una fiesta. C

cuando la acompañé a su casa me dijo: “No está mi mamá.

Si quieres pasa”.

Yo me había tomado unas cubas, así que se me hizo fácil.

Entramos, nos sentamos en el sillón de la sala, con la luz apagada, y ahí empezó la cosa.

Ya andábamos bien entrados cuando sonó el teléfono.

Era su mamá.

Le dijo que estaba en la casa de otra hija que tiene, casada, y que se iba a quedar con ella porque ya se iba a aliviar y le daba cuidado dejarla sola.

Que ya no la esperara, que se fuera a acostar.

Y se fue a acostar.

Conmigo…

Pasaron unas semanas, y entonces fue cuando me dijo: “Estoy embarazada”.

Fue nomás una vez, pero con eso hubo.

Qué puntería ¿verdad? Y no estoy presumiendo; lo que pasa es que así sucede: Hay parejas de casados que se pasan años queriendo tener un hijo, y nada, y acá su servidor con una sola vez ya estuvo.

Parece cosa adrede, pero pasa.

“¿Y ahora qué?” -me dijo muy enojada su mamá-. ¿Le vas a cumplir o no?”.

Yo le dije que sí, que me iba a casar.

Y me casé.

No me arrepiento.

Dejé los estudios, claro.

Mi suegra me consiguió este coche, y me metí a taxista.

Y viera que no me ha ido mal: Tres, cuatrocientos pesos cada día.

¿Dónde más saca uno eso? Empiezo a las 6 de la mañana, y pa’ las 3 de la tarde ya acabé.

El resto del día me lo paso con m’hijo.

En mi casa lo adoran porque es el vivo retrato de mi padre.

Lo único que tiene de mí son las manotas, grandes.

Manos de hombre.

Dice mi apá que las mujeres deben tener las manos chicas, pa’ que todo lo que agarren de su marido les parezca grande.

Como el dinero, no sea usté mal pensado.

Bueno, señor, ya llegamos. Son 100 pesos”… Breve es el trayecto entre el Hotel La Noria y el Aeropuerto Jesús Terán, de Aguascalientes.

Tan breve que en él cabe una vida. O varias. De muchas vidas se entera uno en la legua.

Cuando la gente sabe que no te volverá a ver te cuenta muchas cosas.

En el avión voy recordando lo que me contó el joven taxista.

Es una historia vulgar, lo cual quiere decir que es una historia maravillosa.

Es pan de cada día, y el pan de cada día es prodigioso.

Con historias como ésta no se puede hacer una telenovela, pero de esas historias está hecho el mundo.

En todos los tiempos y en todos los países hay muchachos y chicas que fueron a una fiesta y luego… Lo que me falta es el nombre para la narración.

Después de considerar el hilo de los acontecimientos -la casa sola, la invitación a pasar- he pensado ponerle a esta historia el mismo nombre que lleva una canción de Sinatra: The tender trap.

La tierna trampa.

Esa tierna trampa es el amor.

A primera vista parece que quien pone la trampa es la mujer, para pescar a un hombre, casarse con él y de ese modo resolver su vida.

Quien eso piense estará acusando falsamente a la mujer. La tierna trampa la pone la naturaleza.

La mujer, con su coquetería y sus recursos para atraer al hombre, lo único que está haciendo es cumplir el oculto llamado que hace la naturaleza para perpetuar la especie.

Obedecer esa convocatoria no es pecado. El verdadero pecado está en desoírla, pues eso equivale a apartarse de la corriente de la vida, y la vida es sagrada.

Lo que el muchacho y la muchacha hicieron fue cumplir el mandato de la naturaleza, que para el creyente es voz de Dios.

No llegaré al extremo de decir que lo que hicieron en la sala, y en la cama luego, fue por mandato divino.

Pero si me apuran un poco diré que a lo mejor sí fue.

Quién sabe.

Eso pertenece al campo de la teología, y yo no llego más allá de transcribir lo que me contó un taxista de Aguascalientes en el camino del hotel al aeropuerto… FIN.

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