La noticia política del día en Estados Unidos es que Mónica Lewinsky se hizo republicana.

Al parecer los demócratas le dejaron un mal sabor de boca… La adivinadora clavó la mirada en su bola de cristal y luego le dijo al cliente: “Veo un tesoro enterrado”.

“Ya lo sé, ya lo sé -replicó el hombre, impaciente-.

Es el primer marido de mi esposa”… Con feble voz decía don Añilio, señor de 90 años: “Todas las noches me tomo una pastilla de Viagra.

Eso me evita rodar en la cama y caer al suelo”… Un tipo le preguntó a otro: “¿Se recobró tu esposa de la operación?”.

“No -respondió el otro-.

Todavía sigue hablando de ella”… Al terminar el primer trance de amor el agotado novio cayó de espaldas en el lecho.

De inmediato la ardiente novia llevó la mano a la alusiva parte de su flamante esposo y le preguntó con ansiedad: “¿Dónde se resetea?”… La fábrica de don Cerilo Flamarión ardió en llamas.

La compañía de seguros vio algo sospechoso en el incendio y se negó a cubrir los daños.

Don Cerilo contrató a un abogado que después de un año de lucha en los tribunales logró que la aseguradora pagara.

El empresario se fue de espaldas al ver el recibo que por concepto de honorarios le presentó el letrado: Lo que cobraba equivalía a más de la mitad de lo que la compañía de seguros había pagado.

“¡Carajo! -prorrumpió don Cerilo con enojo-. ¡Cualquiera pensaría que fue usted, y no yo, el que provocó el incendio!”… Comentó doña Jodoncia: “Mi esposo Martiriano es muy prudente: Piensa muy bien las cosas antes de que yo le prohíba que las diga”… Declaró un individuo: “Casarte es como comprar una lavadora de platos: ya no tendrás que hacerlo a mano”.

(No le entendí)… Un sector importante de la izquierda insiste en señalar a Cuauhtémoc Cárdenas como el único dirigente capaz de unificar a la izquierda mexicana.

Yo, que no soy de izquierda ni de derecha, sino todo lo contrario, sigo pensando que el ingeniero no debe asumir la dirigencia nacional del PRD.

Si lo hiciera comprometería su prestigio y su calidad de líder moral incuestionable.

La izquierda está dividida sin remedio.

Cada día cobra más fuerza la figura de López Obrador, separado del ingeniero Cárdenas por diferencias irreconciliables.

Lamentablemente, en un enfrentamiento entre ambos el ganador sería el tabasqueño, con desdoro para el fundador del PRD.

De ninguna manera creo que AMLO sería la mejor opción en las elecciones del 2018.

Advierto, sin embargo, que van creciendo sus posibilidades de llegar a la Presidencia, y pienso que crecerán aún más si la economía nacional sigue por el rumbo que ha tomado.

En efecto, no hay quien haya dejado de sufrir los efectos de la reforma fiscal.

Desde el más poderoso magnate hasta el contribuyente más modesto han sido impactados por las medidas recaudatorias del Gobierno.

La clase media, en la cual se ceban siempre con mayor fuerza los impulsos del fisco, ve cómo su situación se hace más grave.

La economía informal crece; aumenta la tasa de desempleo y desocupación; la pobreza se acentúa.

Todo eso va tejiendo el tapete rojo sobre el cual López Obrador avanza hacia la toma del poder.

En ese contexto la presencia de Cuauhtémoc Cárdenas en el tinglado político lo dejaría expuesto a todas las contingencias de una lucha que parece perdida de antemano por el PRD.

Con eso el ingeniero Cárdenas perdería también su posición de armonizador de las diversas corrientes, y su indiscutible calidad de conciencia crítica de las izquierdas.

Tarde o temprano, si no median otras circunstancias, el perredismo tendrá que ceder ante el lopezobradorismo.

Que no sea Cuauhtémoc Cárdenas que deba hacer esa cesión… Viene ahora un chascarrillo no sólo de subido color, sino también de muy dudoso gusto.

No deberían leerlo las personas con tiquismiquis de pudicia o apegadas a las estrictas normas de la urbanidad… Afrodisio Pitongo fue a un baile e invitó a bailar a una linda chica.

En el curso de la danza sintió un sospechoso abultamiento en la entrepierna de su pareja.

Le preguntó con recelo: “¿Eres mujer?”.

“¡Claro que lo soy! -exclamó ella-.

¿Por qué esa pregunta?”.

Dijo él, vacilante: “Sentí algo allá abajo”.

“Ah, eso -respondió la muchacha con naturalidad-.

Es que acostumbro hacerme colita de caballo”… FIN.

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