Daniel Radcli­ffe está aburrido del cine de grandes presupuestos e his­torias huecas. Está harto tam­bién de las franquicias y los remakes tan habituales en estos días entre los estudios de Hollywood que buscan la mayor cantidad de ingre­sos sin importar la calidad y originalidad de sus proyec­tos, cargados con pirotecnia y argumentos repetitivos y predecibles.

Por eso, desde hace un par de años, la estrella británica se ha refugiado en el teatro y en el cine independiente, los únicos escenarios capaces de plantearle verdaderos desa­fíos que él ha abrazado con entusiasmo y la seguridad de una cuenta bancaria que lo si­túa como uno de los hombres más ricos de Inglaterra.

“Tengo una posición in­creíblemente afortunada en la que no estoy obligado a ha­cer nada y eso es algo que me gusta mucho.

No sé cuánto tiempo ten­dré esta suerte, pero lo que tengo que hacer es elegir co­sas que realmente ame y que me apasionen profundamen­te”, señala el actor en entrevis­ta exclusiva con Función, en la que cada palabra que ema­na de su boca es remarcada por sus profundos y expresi­vos ojos azules.

Radcliffe comparte que si bien no podría explicar la ma­nera en la que elige los pro­yectos, sí puede asegurar que hay dos factores que siempre busca en cada guión que lle­ga a las manos de su agente: que sean originales y que es­tén bien escritos.

“Esos elementos son muy importantes para mí.

“Siento que tengo un gus­to muy especial por las cosas bien escritas, y eso lo com­parten todos los proyectos más recientes que he filma­do”, explica mientras se acari­cia su barba hipsteriana color marrón.

El encuentro con el ídolo de millones de niños y jóve­nes, a raíz de su trabajo en la saga de Harry Potter, ocurre en el Hotel Widder en el co­razón de Zúrich, a cuyo Festi­val Internacional de Cine llegó para promover la lúgubre co­media estadunidense Un ca­dáver para sobrevivir (Swiss Man Army), que se estrena este fin de semana en México.

La cinta ha pasado todo menos inadvertida en todos los certámenes fílmicos don­de se ha proyectado, debido a su polémica premisa que co­mienza con un cadáver flatu­lento que llega a la orilla del mar para cambiar la vida de un náufrago.

Pero a la par, la pelícu­la codirigida por Dan Kwan y Daniel Scheinert (Daniels) también ha cosechado un puñado de galardones en al­gunos de los festivales más reconocidos del mundo, como el de Mejor Dirección en Sundance, o el de Mejor Película y Mejor Actor para Radcliffe en Sitges, un lu­gar especializado en el cine de género que la encumbró como su cinta favorita.

El filme, coprotagonizado por Paul Dano (Ruby Sparks), na­rra la historia de un náufrago de nombre Hank varado en una isla desierta que un día, a punto de quitarse la vida, descubre un miste­rioso cadáver a la orilla de la playa al que bautiza como Manny (Radcliffe).

Aparentemente el cuer­po tiene poderes especiales y podría ser la clave para so­brevivir, por lo que Hank en­tabla una amistad con Manny enseñándole el significado de la vida y demostrándole que, aunque esté muerto, vale la pena vivir y escapar de la soledad.

“Sabía que sería una pe­lícula divertida, potencial­mente conmovedora, pero jamás me imaginé esta sen­sación épica que se ve en la pantalla por el viaje de sus protagonistas.

“Cuando rodamos una de las secuencias más impre­sionantes de la película, en la que por cierto yo no aparezco y el compositor musical esta­ba ahí en el set, me emocioné tanto que me puse a llorar.

Ha sido uno de los mo­mentos más felices y glo­riosos que jamás he tenido en un set de cine”, compar­te el actor de obras de teatro como Equus o The Cripple of Inishmaan.

Sobre el rodaje, asegura que fue tan divertido como desafiante, debido a la natu­raleza de un proyecto sin pre­cedentes en el cine mundial, algo que espera que aprecien sus seguidores.

“Fue un rodaje muy diver­tido. Los directores tienen una fuerza creativa brutal que te dan toda la confianza, a tal punto que ni siquiera piensas en qué estás haciendo o si va o no a funcionar.”

Antes de despedirse y per­derse en las laberínticas calles medievales suizas, el actor hizo un par de aclaraciones:

“Ninguna de las flatulen­cias fueron reales. Tampo­co utilicé dobles o muñecos (dummys). Todo el tiempo soy yo”, añade entre risas.

Excelsior.

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