FastCompany ha publicado un curioso experimento en el que se ha enviado cerca de 1000 correos electrónico a «las personas más ocupadas» de Estados Unidos y todo ello con la idea de medir los índices de lectura y respuesta. Este equipo quería saber si existía algún tipo de relación entre la forma de redacción del email, su formato y extensión, con las tasas no sólo de lectura, sino también de apertura de los mismos. Y las conclusiones del experimento son apasionantes. Lo primero que hay que saber es que más de la mitad de los correos enviados no fueron abiertos, y aunque te lleves las manos a la cabeza, de hecho un 45,5% de apertura es una tasa altísima si consideramos que se trata de gente muy atareada. Otro dato que llama la atención, aunque es de puro sentido común, es que la decisión de abrir o no un email viene determinada en su mayoría por el remitente (su nombre) y atentos a esto, por el campo asunto.

Sí amigos, el nombre no lo podemos cambiar pero sí trabajar un poco en lo que ponemos en esa escasa línea llamada «Asunto». El primer dato en este sentido indica que si el mensaje de este campo es corto y directo, la tasa de apertura se dispara, así que poner «Una pregunta rápida» es mucho más efectivo que «Consulta sobre…». Pero aquí no terminan las sorpresas: el primer ejemplo del asunto, directo y al grano, obtuvo un 66,7% de tasa de respuestas, frente a un escaso 33% del segundo. Vas viendo por dónde deben ir los tiros ¿verdad? Pero hay más, porque otro de los elementos que aumentó el índice de respuestas fue la personalización del cuerpo del mensaje: el frío «estimado señor» invita a borrar el mensaje de forma inmediata a una persona atareada, mientras que un «Buenos días, Jose» llega más al corazón del lector, que seguro que le da una nueva oportunidad al texto.

Por: Alt1040

Compartir