En los últimos tiempos han sido varios los famosos que han protagonizado titulares por haber intentado quitarse la vida o por haberse suicidado. El DJ AviciiInés Zorreguieta (hermana de Máxima de Holanda), el actor Jackson Odellel actor Ahmed Best (Star Wars), la diseñadora Kate Spade, el presentador y cocinero Anthony Bourdain o la protagonista de Melrose Place Heather Locklear han sido algunos de ellos. La actualidad se está convirtiendo así en un arma de doble filo: los psiquiatras insisten en la necesidad de acabar con el silencio sobre el suicidio en los medios para ayudar a combatirlo, aunque también alertan sobre el peligro de la lectura romántica que los jóvenes pueden hacer de esta muerte autoinfligida, llegando a imitarla.

Esto se traduce en un aumento de titulares con la palabra suicidio que no responde a otra cosa más que a la ruptura con el tabú que ha omitido a lo largo del tiempo este tipo de sucesos. Y puede también fomentar la imitación.

«Todo lo que implique idealizar esta conducta puede ser peligroso, tanto como idealizar el uso de la droga, tabaco, alcohol o conducir a altas velocidades», explica Víctor Pérez Solá, un referente del suicidio en el campo de la psiquiatría en España.

El médico fue uno de los ponentes del seminario Millennials y Generación Z, organizado por Lundbeck.

Respecto a este mismo asunto, Pérez Solá (coordinador del Programa de Investigación en Depresión y Prevención del Suicidio del CIBERSAM) habla de la existencia de un efecto llamada, que se produce cuando se ignora que la mayor parte de estas muertes se da en el contexto de la enfermedad mental y cuando «se presenta el suicidio como una conducta a admirar».

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