Pablo Meade Schlosser y Noemí Astorga son dos jóvenes que antes de los dos años de edad perdieron la audición, fueron diagnosticados con hipoacusia (sordera) y sin esperanzas de que algún día pudieran hablar.

En ambos casos, se presume que medicamentos para bajar la fiebre y resolver infecciones, tóxicos para el oído, fueron responsables de lo que parecía una condena a un mundo de silencio, pero la tenacidad de sus padres y el avance de la tecnología médica les dio otro futuro.

Pablo, de 24 años está por titularse en sicología; además del español, habla inglés y pronto ingresará a clases de alemán, para después aprender el idioma de señas, pues quiere ayudar a otras personas que perdieron la audición.

Entre los dos y 11 años de edad usó auxiliares para amplificar el sonido y luego uno de los primeros implantes para escuchar mejor.

Recuerda que era un aparato antiguo que debía colocarse en el cinturón al que se le conectaban unos audífonos para poder escuchar. Posteriormente, se le colocó un implante coclear mediante una pequeña cirugía en
el cerebro.

El receptor de sonido es un pequeño audífono con un aparato que con un imán se sujeta a la cabeza para conectar con la parte que se encuentra dentro de ésta para estimular el canal auditivo.

Fuente: Excelsior

Más información: http://www.excelsior.com.mx/nacional/2018/02/25/1222654

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