Desperté con miedo después de que un hombre me dijera “sé dónde vives y trabajas, sé todo de ti”. Pero, ¿quién era ese hombre? 

El niño, aquel niño que a los 7 años aprovechaba la clase de educación física para tocarme por detrás; el mismo que metió en mi mochila un cassette con canciones grabadas por él mismo, canciones que yo no conocía. 

Con los años entendí que todas esas canciones hablaban de sexo y “amor”. Porque él consideraba que yo era algo así como su novia, sin saberlo, sin quererlo. Luego de decirle muchas veces que no me tocara. 

Después de decirle a los maestros y mis papás, luego de que decidieran que bastaba con reprenderlo, “eran cosas de niños”. 

Y así pasé un año, donde cualquier oportunidad era buena para tocarme y mandarme besos como si yo lo quisiera. ¡Era sólo una niña! 

Un par de años después, vendría el “niño nuevo”, quien desde su llegada decidió que yo iba a ser su novia. Comenzó a llevar “regalitos”, mismos que yo rechazaba, no quería sus regalos, ni ser su novia, ¡nada! 

Pero entonces su mamá quería que los aceptara, eran “sólo regalitos” y “no me hacían ningún daño”. A él le dieron el derecho de decirle a todos que yo era su novia, y cuando yo decía que no era verdad era porque “me daba pena”. ¡Pero claro que éramos novios! Aunque yo repitiera mil veces que no. 

Cosas de niños, ¿no es verdad? Tal vez si entendiéramos que las “cosas de niños” definen a los adultos de mañana, dejaríamos de formar acosadores y víctimas de acoso.

FUente: Excelsior

Más información:  http://www.excelsior.com.mx/de-la-red/2018/03/14/1226125

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