En marzo de 1925, Lázaro Cárdenas del Río llevaba un año luciendo las dos estrellas junto al Escudo Nacional que le daban el rango de general de brigada, cuando se hizo cargo de la 36 Jefatura de Operaciones Militares de La Huasteca, con sede en Villa Cuauhtémoc, pleno corazón de la industria petrolera en esa época.

La zona estaba caliente: los sindicatos y las empresas extranjeras le escamoteaban los impuestos al gobierno y se mantenían enfrascadas en diferendos laborales. La riqueza del subsuelo era evidente: el petróleo salía prácticamente con simplemente hacer un hoyito y la avaricia de las empresas no tenía límite.

El 18 de marzo de 1925 —cuando el general Lázaro Cárdenas estaba en la zona, él llegó 16 días antes— Excélsior publicó en la primera plana esta noticia:

Un gran pozo petrolero que ha brotado en Tierra Blanca”. La información señalaba que ese pozo, el número 44, que se había empezado a perforar el 15 de febrero anterior, era capaz de producir entre 150 mil y 200 mil barriles diarios.

En esas tierras veracruzanas, el general michoacano de 30 años de edad conoció y vivió personalmente la forma arbitraria como se manejaban las compañías petroleras, todas extrajeras.

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