Muchas parejas han vivido esta situación: surge un tema de conflicto en el hogar y la discusión se va haciendo más enconada. Aunque los dos saben que van a venir invitados a cenar, no pueden parar de agredirse verbalmente. Pero, en un momento dado, llaman a la puerta: empiezan a venir los primeros invitados. Obligados por la situación, dejan de discutir, se dejan absorber por el ambiente de fiesta y, horas después, cuando todo el mundo se va, comprueban que ya no están enfadados. El motivo de desacuerdo sigue ahí, pero ya no tiene la importancia de antes.

 

Todas las personas que han estado en pareja saben del sanador efecto que tiene un descanso temporal en la escalada de la tensión interpersonal. En el ejemplo se trata de unas horas, pero, en muchos casos, la separación necesaria puede ser de semanas o incluso meses. No se trata del típico «vamos a darnos un tiempo», sino de usar ese tiempo muerto como técnica de resolución de conflictos.

 

La terapeuta de familia Sharon Gilchrest O’Neill trabaja usando esa estrategia. Ella media en estos periodos de separación ayudando a llegar a acuerdos: quién saldrá del hogar, cómo se cuidará a los niños si los hay, cómo será la relación durante la separación provisional, etc.

 

Según esta terapeuta, el tiempo ideal de separación está en torno a los seis meses: sirve para detener la escalada de tensión y no es suficientemente largo como para que la pareja sienta que ha habido una separación permanente.

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