Lo habitual es que la fiebre –la subida de la temperatura normal del cuerpo unida a una mayor frecuencia del pulso y la respiración– constituya parte de lareacción defensiva del organismo ante enfermedades infecciosas muy comunes en los niños, como la otitis o un simple catarro, y otras dolencias causadas por virus y bacterias.

La deshidratación ligada a las fiebres altas y prolongadas es el mayor peligro para los críos que las padecen, por eso es tan importante que beban mucha cantidad de líquidos durante el proceso febril. Los pediatras recomiendan que estos líquidos contengan hidratos de carbono y por ello resultan aconsejables los zumos de frutas, los batidos y las papillas…

Sin embargo, hay ocasiones en las que la fiebre infantil sí puede constituir el síntoma de dolencias muy graves. A veces es el primer signo de trastornos inflamatorios o autoinmunitarios, y también puede deberse a una infección causada por una escasez de glóbulos blancos normales provocada por unaleucemia. Pero, por suerte, se trata de una minoría de casos.

De todas formas, cuando hay fiebre, la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) recomienda una consulta médica urgente en bebés menores de tres meses; y también en niños de más edad que presenten una serie de signos alarmantes, como rigidez de cuello, convulsiones o pérdida de conocimiento, dificultad para respirar, decaimiento y llantos excesivos, vómitos y diarrea muy persistentes, escasez o ausencia de micciones, y manchas de color rojo oscuro o morado que no desaparezcan al estirar la piel de alrededor.

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