Pueden caminar por la casa, mover objetos de sitio o incluso llegar a preparar el desayuno. Es muy fácil imaginar que en este estado pueden ponerse a sí mismos en situaciones de riesgo como caerse por unas escaleras, golpearse o cortarse. Uno de los factores que parecen favorecer los episodios de sonambulismo es la deprivación del sueño, aunque se desconoce cómo eso afecta al cerebro de los sonámbulos en comparación con los que no presentan este tipo de comportamiento.

Con el objetivo de averiguar cómo afectan las horas de sueño al cerebro de estas personas, Thien Thanh Dang-Vu, del Center for Advanced Research in Sleep Medicine, y otros investigadores de diversos centros canadienses, han realizado un experimento en el que han participado diez sonámbulos y otras 12 personas no sonámbulas. En su trabajo utilizaron técnicas de neuroimagen para analizar los cambios en el flujo sanguíneo cerebral de los participantes tras una noche de sueño normal y compararlos con lo que sucedía tras una noche sin dormir.

Los resultados se han publicado recientemente en la revista PLOS ONE (2015), y muestran que tras una noche sin dormir y estando despiertos en el momento de la prueba, el cerebro de los sonámbulos se comporta de forma diferente al de los otros participantes. Concretamente, los autores encontraron que el flujo sanguíneo cerebral disminuyó en el giro temporal inferior de ambos lados del cerebro.

Una cuestión que, según los investigadores, quedaría por averiguar sería el saber si estos cambios en la perfusión cerebral se asocian también con algún tipo de problema en las funciones cognitivas, como por ejemplo la memoria o el reconocimiento de objetos. Quizá estudios futuros arrojen más luz sobre este curioso fenómeno, pero de momento parece que dormir bien es un factor que podría reducir la probabilidad de sufrir un episodio de sonambulismo a través de un mejor funcionamiento cerebral.

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