Otra parte de la trinidad que originó el rock ha partido a otro plano. Ayer falleció Little Richard, dejando en vida a Jerry Lee Lewis y acompañando a la eternidad a Chuck Berry, la figura que se adelantó en el camino hace tres años.

Su hijo, el también músico Danny Penniman, confirmó el deceso a la revista Rolling Stone, a quien el abogado de la leyenda detalló que la causa derivó del cáncer de huesos.

Little Richard es el tercero de 12 hermanos y el más frágil de todos, viniendo de su esquelética complexión el apodo que jamás será borrado.

Además de ser negro en una época de segregación en Estados Unidos, en especial en su natal Georgia, lidió con una deformación que le provocó tener una pierna más larga que la otra, pero contra todo pronóstico, fue de los negros que comenzaron el legado del rock con una fórmula sencilla: ensuciaron el blues, lo distorsionaron y lo fusionaron con el espíritu negro del R&B.

Tutti Frutti, su primer sencillo en 1955 e introductor del famosísimo grito “A-wop-bop-a-loo bop-a-wop-bam-boom”, cambió todo el juego, encarrilado, le siguió un año después Long Tall Sally, Rip it Up Good Golly Miss Molly. Sin embargo, la fusión musical no fue lo único desafiante de Little Richard, se metió a la transgresión lírica, fue contra toda la moral al involucrar temáticas sexuales.

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