La exposición a un aire de mala calidad ya se puede considerar como una de las más graves amenazas contra la salud pública en todo el planeta, y es que, según la OMS, la contaminación atmosférica causaría cerca de 3 millones de muertes anuales.

Cada vez son más los trabajos que aportan evidencias sobre las consecuencias de respirar aire impuro: entre los últimos, un artículo publicado en la revista Environment International reveló que los niños y adolescentes expuestos a niveles altos de polución tienen un mayor riesgo de desarrollar asma. Además, la prevalencia de esta enfermedad ha aumentado significativamente desde los años 50.

Si nos vamos a nuestro país, uno de los análisis más completos ha sido realizado por un equipo de investigadores del Instituto de Salud Global de Barcelona, que analizaron datos correspondientes a mortalidad, niveles de contaminación y zonas verdes en todo el territorio. Los resultados, publicados recientemente en Environment International, indicaron que la exposición a partículas en suspensión puede producir reducciones de hasta un año en nuestra esperanza de vida. En concreto, un incremento de 5 μg/m3 en la concentración de partículas PM10 resultó en una pérdida de casi un año de vida. A su vez, un aumento de 2 μg/m3 en la concentración de partículas PM2.5 se relacionó con una reducción de 7 meses de vida.

Mientras que la relación entre la contaminación atmosférica y la mortandad fue muy clara, los resultados relativos al papel las zonas verdes fueron contradictorios, ya que se encontró que su presencia en áreas de bajo nivel socioeconómico elevaba la esperanza de vida, mientras que en barrios de clase alta se asociaron a una reducción en la misma, por lo que será necesario seguir investigando al respecto.

Este tipo de trabajos que intentan comprender las relaciones entre las partículas contaminantes, su distribución y variación en el espacio y tiempo, efectos sobre la salud, y los posibles mecanismos atenuadores de su impacto, son imprescindibles para desarrollar medidas eficaces que frenen el problema.

En España, el programa TECNAIRE (Técnicas innovadoras para la evaluación y mejora de la calidad del aire urbano), al que pertenecen equipos de diversas universidades y centros de investigación, está trabajando en nuevas técnicas capaces tanto de diagnosticar los problemas de calidad del aire de una manera integral en entornos urbanos, como de evaluar estrategias para su resolución. Los últimos datos obtenidos fueron publicados en septiembre de 2016 en la revista Atmospheric Environment, y muestran cómo varían los distintos contaminantes a nivel de micro-escala en la ciudad de Madrid. Los resultados revelan que la distribución espacial de los mismos es muy heterogénea, y que los peatones están más expuestos en las paradas de autobús y pasos de cebra.

Obligación legal de tomar medidas contra la contaminación

Las recomendaciones de los científicos no deben quedarse en papel mojado, y sirven para establecer protocolos de actuación para proteger a los ciudadanos – especialmente a los grupos más vulnerables como niños y adolescentes– de los problemas respiratorios asociados a la exposición a un aire de mala calidad.

La normativa europea obliga a aplicar planes de acción para reducir el tráfico de carreteras si se superan los umbrales de contaminación

Además, los países miembros de la Unión Europea tienen obligación legal de ponerlos en práctica: la Directiva 2008/50/CE establece objetivos de calidad de aire, fijando umbrales y valores límite para los siguientes contaminantes: dióxido de sulfuro, dióxido de nitrógeno, partículas, plomo, benceno y monóxido de carbono. Además, especifica la forma de evaluarlos y de adoptar medidas correctoras en caso de que se incumplan las normas.

La normativa indica también que «en caso de riesgo de que los niveles de contaminación superen los umbrales, deberán aplicarse planes de acción a corto plazo para reducir el tráfico de carreteras, las obras de construcción o determinadas actividades industriales, con el fin de eliminar el peligro”.

La ciudad de Madrid es una de las más afectadas en nuestro país por la contaminación procedente del tráfico rodado, responsable del 60-70% de las emisiones de dióxido de nitrógeno en la gran urbe. Madrid ha activado por primera vez el protocolo que reduce la circulación en su almendra central, una medida que es pionera en nuestro país, pero que se lleva ya tiempo implementando en ciudades europeas como Roma o París, que activó las restricciones de circulación en días alternos a principios del mes diciembre por un episodio de alerta por alta contaminación.

De hecho, muchas grandes capitales tienen ya normalizados sus protocolos desde hace tiempo: por ejemplo, en Londres se establecen tarifas para circular en días laborables, con descuentos para coches híbridos o eléctricos, y Berlín tiene un sistema de placas que identifican a los vehículos más contaminantes y limitan su circulación por el centro de la ciudad.

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