El América inició el torneo de su centenario sin invitar a su afición a que se ilusione y entre experimentos, que lo único que generaron es desconcierto a pesar de la victoria de 2-0 obtenida a costa de unos Jaguares que pudieron conseguir más de no haber sido por la acertada labor de Moisés Muñoz. Tal vez el llamado llegue más tarde, cuando se haya definido por un esquema con el que se sienta más a gusto.

La exigencia a Ignacio Ambríz de que las Águilas desarrollen un futbol más ofensivo que agrade a la afición ha generado complicaciones en el rendimiento del equipo, que quedaron expuestas ante Chiapas. Por las bandas, Paul Aguilar y Miguel Samudio respondieron bien, igual los centrales, pero no la gente que se encargó de atacar. Poca imaginación en un partido que se enrareció con el paso de los minutos.

Jaguares, en cambio, encontró en el sacrificio grupal las armas suficientes para contrarrestar el poderío americanista. Incluso, de no ser porque Martín Zúñiga tembló al momento de enfilarse hacia el arco, cuando tenía la posibilidad de fusilar a Moisés Muñoz o asistir a Jesús Escoboza, habría tenido la más nítida en la primera mitad.

Esa inoperancia de las Águilas obligó a Ambríz a cambiar de esquema en la parte complementaria y regresó a un 4-3-3 al que su plantel está más acostumbrado. Una decisión correcta, porque sus jugadores dominaron tras el reinicio y porque pudieron marcar el tanto que encaminó la victoria. Aviso de Silvio Romero, que entró de cambio, con un testarazo apenas desviado y gol de Darwin Quintero con un derechazo al minuto 50.

Pero fue poco el futbol que se pudo ver en el Estadio Azteca, porque a partir de la anotación las Águilas apostaron por el contragolpe y Jaguares, que no tiene delanteros confiables, estrellaron en Moisés Muñoz las dos opciones que tuvieron (una de Jesús Escoboza y otra de Javier Orozco). Incluso ni el golazo de Silvio Romero, en el 90’, pudo darle brillo a la primera victoria de las Águilas, en un semestre que debiera ser especial.

Excelsior.

Compartir