Regresó a las andadas y a los malos pasos en casa. La efervescencia de la remontada ante el Cruz Azul parece haber sido un espejismo en el América de Ignacio Ambríz, que en casa peca de pobreza y perdió otra vez en Liga.

Ya son cuatro juegos sin conocer la victoria en el Azteca, por lo que reaparecen los problemas y la incertidumbre.

El León de Javier Torrente como por arte de magia juega bien, olvidando la era de Luis Fernando Tena. De pronto, Mauro Boselli volvió a ser el delantero infalible y seduce a la pupila con un par de anotaciones artísticas por su definición. El segundo, producto de un despliegue ofensivo tan exquisito que sólo requirió de tres pases para terminar en el fondo de la portería.

Del América, únicamente sombras. Sin bravías reacciones ni remontadas. La frialdad numérica indica que sólo hubo un tiro a la portería, de Osvaldo Martínez, directo a los guantes de Yarbrough.

Tan deslucido el América como la combinación de su uniforme, short azul en un intento de agradar a su afición, continuó con su horrible concierto de malos trazos y errores. El equipo visitante, ordenado y con sabor, fue siempre más peligroso y pudo ampliar el marcador, pero  el azar o el capricho del destino no lo quiso así. De cualquier forma, el carnaval de sus aficionados en las tribunas fue todo un éxito.

Activado Boselli en el área enemiga, con Elías Hernández y Germán Cano a todo vapor, pulverizó a las Águilas, que, percudidas, echaron de menos jugar ante el Cruz Azul para poder revitalizarse, porque da la impresión que nada más ante ese equipo despierta. Esta vez Renato Ibarra fue una burla, lo mismo que Michael Arroyo, por no decir cosas peores de Oribe Peralta y Silvio Romero.

Preocupado Ambríz apenas agitó el banquillo, pero sin salirse de un guión absurdamente predecible. Le vienen tiempos violentos otra vez al técnico americanista. Su felicidad duró poco, como una imagen en el agua. Lo que perdura es el grito de ¡Fuera Ambríz! que el Azteca entona cada 15 días

Excelsior.

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