Salvador Cabañas tiene rato viviendo en Itauguá (Paraguay), en casa de don Dionisio y doña Basilia, sus padres. Hace tiempo que no usa celular, pues dejó de interesarle todo lo que llega del exterior. Sin embargo, una llamada desde México, en el teléfono local de la vivienda paterna, volvió a llamar la atención del Mariscal. ¿La propuesta?, regresar a Tuxtla Gutiérrez y jugar un partido amistoso a beneficio de los damnificados por el sismo del pasado 7 de septiembre en Chiapas y Oaxaca. Pisar de nuevo la cancha del estadio Zoque y ponerse la camiseta de Jaguares, aquel equipo mexicano que lo trajo por estas tierras.

Cabañas tiene una bala en la cabeza desde hace siete años, la que le recuerda a cada momento lo que ocurrió aquel 25 de enero de 2010 en el Bar Bar, la que lo alejó profesionalmente de las canchas y la que, sin querer queriendo, le hizo perder esposa, hijos, amigos, propiedades, un contrato en Inglaterra y un Mundial en Sudáfrica. Dice con cierta ironía que “lo único que no he perdido es la bala en la cabeza”.

Y, a pesar de que argumenta que no le gustan las entrevistas, platica unos minutos con Excélsior. Explica que la poca visión en el ojo izquierdo lo sacó definitivamente del profesionalismo, pero además confiesa que éste podría ser su último partido. “Ya estoy cansado del futbol. Ya no quiero hacerlo más”.

Cuando le propusieron venir a Chiapas, ¿qué pasó por su mente?

Mucha alegría, pues una parte de mi familia es mexicana. Ahí nació mi hija Ivonne, ahí me abrieron las puertas los aficionados mexicanos y ahí me hice goleador.

¿Qué pasó con los amigos de Jaguares y el América?

Les estoy agradecido, pero hace tiempo que no nos hablamos, les he perdido la pista.

El partido del 7 de octubre en Tuxtla Gutiérrez servirá para el reencuentro con algunos futbolistas.

Me dará gusto verlos y recordar viejos tiempos.

Ese verbo (recordar), ¿lo utiliza con frecuencia? Se lo comento porque en un tiempo los doctores dijeron que la bala en la cabeza le robó parte de la memoria.

Lo recuerdo todo, el día que me apuntaron con una pistola en la cabeza y lo que aquel sujeto me dijo, palabra por palabra.

¿Fue el J.J.? ¿Qué le dijo?

Me apuntó en la cabeza y me preguntó que si no tenía miedo y que pidiera un último deseo. Que ya no iba a robar más en México.

Más información en Excélsior.

 

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