Cuando un jugador es comprado o vendido por un club, su precio se determina de una manera muy similar a la que se observa en el mercado de acciones de cualquier compañía.

El PSG pagó por la estrella brasileña Neymar un desquiciante 262 millones de dólares, mientras que la Juventus de Turín pagó por la leyenda viviente de Cristiano Ronaldo un más módico (pero aun fantástico) 117 millones de dólares. ¿Significa esto que el mercado está diciéndonos que Neymar es más de dos veces mejor jugador que su colega portugués?

A la hora de poner precios, los mercados no hacen diferencia alguna si se trata de un avión, de bonos de un proyecto de infraestructura, de acciones de una compañía minera, un telefónica o de inteligencia artificial, o un boxeador, un jugador de futbol o de cualquier deporte.

El método que el mercado utiliza para ponerle precio a cualquier activo es básicamente el mismo: estima cuántos ingresos producirán ese activo (una maquinaria, o un delantero de fútbol) a lo largo de su vida útil, y cuando logra esa suma de ingresos futuros los descuenta para traerlos a precios de hoy, lo que se conoce como “traer a valor presente los flujos futuros”, pues el precio que se paga es hoy.

Si el mercado está dispuesto a pagar el doble por Neymar que, por Cristiano Ronaldo, probablemente obedezca a que el brasileño tiene el doble de años (o más) de carrera enfrente de él, que el portentoso portugués, cuya carrera puede encontrarse ya en su última etapa en materia de generación de ingresos para el club.

Para los equipos

La vida útil de un equipo de futbol es indeterminada, en principio es infinita, y existen clubs que han existido por más de un siglo, así que poner el precio a sus acciones es un poco más complicado, pues implica estimar ingresos futuros en un horizonte de tiempo mucho más largo e incierto.

Tomemos por ejemplo el Manchester United (MU), dirigido los últimos dos años y medio en las canchas por otro famoso portugués, José Mourinho. Tras sufrir una humillante derrota frente a su rival, el Liverpool, el equipo despidió a su célebre director técnico, no únicamente porque el resultado lo dejaba en el sexto lugar de la tabla de la Premier League, sino porque Mourinho demostró ser una pésima inversión para el MU desde su adquisición hasta su despido.

La acción del MU se hundió más del 10 por ciento durante la era de Mourinho, coincidiendo con una bonanza tremenda en el mercado del futbol, que coincidió con el Mundial de Rusia y precios récords pagados por los jugadores más cotizados. Durante estos últimos dos años y medio, mientras las acciones del MU se zambullían, las acciones de la Juventus en Italia se cuadruplicaban en valor, montadas en una racha ganadora del equipo y coronadas por la llegada de Cristiano Ronaldo al club.

Vivimos sin duda en una época de esplendor económico para uno de los grandes negocios de la economía moderna, el futbol. Conforme la clase media aumenta en el mundo, sobre todo en China y el sureste asiático, y las personas tienen más tiempo libre y mayor acceso al entretenimiento, los espectáculos deportivos son cada vez más demandados en el mundo, y los clubs europeos han sido sin duda la vanguardia para comercializar y convertir al futbol en uno de los grandes negocios globales.

Una medida de la bonanza, casi especulativa pareciera, por la que atraviesa el futbol mundial, es el costo de los derechos para televisar la súper popular Liga de Campeones (la Champions), quizá el espectáculo más visto en el mundo a lo largo de su duración. Hace doce años (2004-2006), las televisoras pagaron por dichos derechos 1.47 mil millones de euros por el paquete de tres años.

Para el periodo 2019-2021, los derechos se vendieron en 5.85 mil millones de euros.

Si hubiéramos podido comprar un derecho para transmitir la Champions, en los últimos catorce años habríamos tenido un rendimiento de 298 por ciento. Una inversión en el S&P 500 hubiera rendido 125 por ciento durante el mismo periodo, por ejemplo, mostrando el enorme auge económico experimentado por el mercado del futbol en estas últimas dos décadas.

La relación entre el mercado y el deporte ha sido siempre intensa y peculiar, pero es más compleja aún de lo que parece, como lo muestra el precio de las alineaciones de las selecciones nacionales y el resultado del mundial de fútbol. Algunos analistas llamaron la atención, en el inicio del reciente mundial de futbol en Rusia, que la plantilla nacional más cara de la competencia era la de la selección de Francia.

El mercado parecía decir algo: si se sumaba el valor en el mercado de todos los jugadores, la selección francesa era la más cara de todas. La subcampeona Croacia era la décima nómina más alta, la tercera mejor selección del torneo; Bélgica era la sexta nómina más valiosa, y la quinta selección más valiosa en el mercado, Inglaterra, fue el cuarto lugar del torneo mundialista. Para el mercado no hubo sorpresas mayores en el mundial de Rusia: los cuatro mejores equipos se encontraban en la lista de las diez selecciones más caras, y en el caso de Francia e Inglaterra los lugares coincidieron justo o estuvieron muy cerca.

CON INFORMACIÓN DE EXCÉLSIOR

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