El golpeteo de un martillo resonaba por las tribunas el martes en el estadio de los Delfines de Miami. Era una de las primeras señales evidentes de que el Super Bowl está a punto de volver al sur de la Florida.

Un grupo de trabajadores pintaba con aerosol un logotipo sobre el pasto recién colocado, mientras que dos hombres con cascos de obrero laboraban en un andamio, ante una gran pantalla de video. En los grandes terrenos aledaños al estadio, se hacían preparativos para albergar el gran partido de la NFL, previsto para el 2 de febrero, entre los Jefes de Kansas City y los 49ers de San Francisco.

«Tenemos a más de seis mil personas trabajando detrás de bambalinas para dejar todo listo”, dijo Eric Finkelstein, director de operaciones para eventos de la NFL. “Se puede oírlas alrededor de nosotros. Y hay más trabajo por hacer. Pero nos sentimos realmente bien por la situación en que estamos, preparando todo”.

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