Yuriria SierraYuriria-Sierra

A la renovación (sic) de la dirigencia de Acción Nacional, le sigue la del PRD. Y se comienza a planear bajo circunstancias parecidas a la de los blanquiazules: una división evidente que intentan ocultar (aunque sea únicamente ante sí mismos). Todo parece indicar que esperan resolver su situación de una forma distinta (si bien igualita a como suelen los priistas resolver sus diferencias). Aunque hay claros candidatos para contender por la silla que Jesús Zambrano dejará vacía (incluso si Zambrano quiere que la ocupe uno de sus hijos pródigos). Están Carlos Navarrete, quien fue uno de los primeros en alzar la mano para buscar la candidatura (y el más querido de todos Los Chuchos). Pero está también Marcelo Ebrard, el exjefe de Gobierno del DF, el personaje con mejor posicionamiento mediático, a pesar de que en sus últimas apariciones no ha cumplido con las expectativas que tantos habían puesto en su candidatura, y a quien adicionalmente le están intentando colgar todos los sambenitos de la Línea 12, en un clarísimo intento por descarrilar su aspiración. Además del tal Carlos Sotelo, que también levanta por ahí su mano entre toda la grilla para presidirlos. Los perredistas en su desazón…

Y tal vez por eso, aunque también para prevenir una crisis como la que ha estado latente desde que López Obrador se fue para fundar Morena. A lo mejor por eso, también, desde hace semanas se ha escuchado como rumor —que a últimos días comienza a tomar forma— que buscarán a un candidato de unidad, es decir, querrán una única posibilidad (de ahí que su fórmula termine sonando a “chuntata” de hechura tipo priista), no sólo para ahorrarse el proceso de “desgaste” electoral que se echaron los panistas, sino para elegir a una figura que ayude a aglutinar las ganas y frenar los desganos para intentar una reconciliación que de no darse con seguridad se convertiría en desbandada partidista.

Han elegido a Cuauhtémoc Cárdenas, el fundador, su líder moral —no su hijo, sino su padre pródigo—  como esa apuesta para que los reencuentre, los arrope y los meta en cintura (porque así tendrían que ser las figuras paternas). Aunque me resulta más que curioso, vergonzoso que sea René Bejarano, el malamente célebre Señor de las Ligas, quien haya salido a dar la cara así por el partido para explicar los porqués de la intención de un candidato de unidad. Perdón, pero Bejarano, aunque haya cumplido ya su castigo legal, será perseguido siempre por el recuerdo de los portafolios negros y los patrocinios que éstos contenían. Curioso que un PRD que está también en proceso de cambio y renovación, necesite nuevamente voces para expresar discursos de reconciliación. Sobre todo cuando el único perfil que pareciera cumplir el requisito es el de aquel que hace 20 años fundó a ese partido, y quien además ya tres veces compitió por la Presidencia de la República. No es por restarle mérito en lo absoluto al ingeniero (al contrario), pero desanima profundamente ver cuán imposible ha sido para la izquierda mexicana tomar distancia de su naturaleza completamente caudillista…

En unos días, el recién estrenado Instituto Nacional de Electoral (INE) responderá a la solicitud del PRD para coordinar y supervisar el que sería su proceso interno para elegir a la dirigencia nacional. Pero, a pesar de todo, la posibilidad de una ruptura —teniendo a Morena enfrente— es muy alta, porque más que ruptura, sería el regreso al conocido y lamentable espectáculo del trapecio partidista. Si por consenso nombran a un candidato de unidad, una elección que ablandaría las paredes de las respectivas cúpulas perredistas, entonces podrán comenzar a armar un partido que llegue fuerte a la elección intermedia de 2015.

Si los panistas tienen hoy una tarea nada sencilla de reconciliar sus bandos, el PRD puede ahora mirarse en aquel espejo. Pero la parábola del padre pródigo probablemente tendría un desenlace un poco amargo: será como dar respiración artificial a una organización política que no ha sabido renovarse en 20 años de existencia, que no planeó un relevo generacional y, sobre todo, que no ha sabido democratizarse y vivir como no sea a la sombra de sus poquísimos caudillos. Así pues, cuando el padre pródigo regrese a casa encontrará a unos hijos que no aprendieron ningún oficio, con una casa bastante maltratada, pero además ya lo bastante viejos como para aceptar sin chistar las órdenes de su papá…

Compartir