Sergio-Sarmiento“Nunca falta alguien que sobra”, pero ciertamente no es ni Mafalda ni su padre Quino. Mafalda ha sido desde hace mucho tiempo la filósofa más importante de Argentina y quizá de Latinoamérica. Pero sólo hasta ahora empieza a reconocerse su importancia.

No, no me sorprende que Quino, peor conocido como Joaquín Salvador Lavado Tejón, haya sido designado ganador del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Entiendo que la propia Mafalda, quien en realidad debería ser la ganadora, no puede recibirlo por ser menor de edad. Es verdad que en septiembre se cumplirán 50 años desde la primera publicación de sus tiras, pero eso no significa que haya dejado de tener seis años.

No faltará quien vea a Mafalda como una simple niña malcriada y rebelde. Si Popeye enseñó a varias generaciones a comer espinacas, Mafalda encabezó un movimiento de resistencia entre los niños para no permitir que sus madres los obligaran a comer sopa. Quizá por eso no era bien vista por los militares que tomaron el poder en Argentina en 1976, aunque Malfalda sólo existió realmente entre 1964 y 1973. Después Quino se negó a seguirla dibujando.

Este filicidio sorprendió entonces y lo sigue haciendo. No es común que un caricaturista o autor que encuentra a un personaje con reconocimiento internacional lo abandone… por lo menos no tan pronto. Quino sentía que ya “la estructura expresiva de las tiras de secuencia” no era la adecuada para lo que quería decir. Pero imagino que en privado Mafalda le debe haber reprochado más de una vez. ¡Qué fácil! Finalmente fue el ingreso generado por Mafalda el que dio a su padre la independencia económica para matarla.

No puede uno dejar de temer que fueron los celos los que llevaron a Quino a poner fin a Mafalda. Pero quizá Quino le hizo un favor a su hija, que no tuvo que envejecer o repetirse a sí misma ante los ojos de los lectores.

Hay quien quiere despreciar el legado filosófico de Mafalda porque su obra quedó plasmada en tiras de secuencia o en pensamientos sueltos. Quienes así lo dicen no han leído los Pensamientos de Pascal o las Investigaciones filosóficas de Wittgenstein. Como este último, Mafalda simplemente trató de mostrar a la mosca la salida de la botella en la que había quedado encerrada.

Mafalda era una optimista por naturaleza: “Comienza tu día con una sonrisa -decía- y verás lo divertido que es ir por ahí desentonando con todo el mundo”.

Pero el mundo se encargaba de recordarle constantemente su realidad, como en aquella ocasión en que al detenerse tras mecerse en el columpio reflexionó: “Como siempre, apenas pone uno lo pies en la tierra se acaba la diversión”. Del optimismo al pesimismo existencial no había más que paso: “¡Paren el mundo! ¡¡¡Me quiero bajar!!!” Mafalda era fundamentalmente una humanista, pero eso no significaba que pudiera llevarse con cualquiera. “Amo a la humanidad -reconocía-: Lo que me revienta es la gente”. El rechazo no significaba que no estuviera abierta a otras opciones: “El problema de las mentes cerradas es que siempre tienen la boca abierta”. Aceptaba que en la sociedad hay individuos rectos, pero advertía: “Tenemos hombres de principios, lástima que nunca los dejen pasar del principio”.

Mafalda era despreciada por algunos por su apariencia, pero ella tenía plena confianza en sí misma. “Dios hace todo perfecto, pero no hay duda: ¡Conmigo se lució!” Ante algunas críticas malintencionadas sobre su figura respondía: “No estoy gordita, sólo llenita de amor.” Incluso al enfrentarse al amor establecía sus prioridades con mucha claridad: “No sé si enamorarme o hacerme un sándwich, la idea es sentir algo en el estómago”.

A 50 años de su nacimiento Mafalda sigue siendo luz de reflexión. Hasta los académicos empiezan a darse cuenta.

PIB
El INEGI debe dar a conocer hoy las cifras del producto interno bruto del primer trimestre. Se estima una expansión débil que obligaría a Hacienda a bajar su pronóstico de crecimiento, todavía de 3.9 por ciento, para 2014.

Twitter: @SergioSarmiento

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