Sergio-SarmientoNUEVA YORK.- ¿Es justa Janet Murguía, presidenta del Consejo Nacional La Raza, al decir que el presidente Barack Obama ya no es el comandante en jefe de los Estados Unidos? “Para nosotros este presidente ha sido el deportador en jefe –dijo el pasado 4 de marzo–.

En cualquier día este gobierno alcanzará 2 millones de deportaciones. Es un número escandaloso que rebasa el de cualquiera de sus predecesores y deja un rastro de devastación para familias en todo Estados Unidos”.

La declaración ha generado una curiosa batalla política para determinar quién ha sido el mayor deportador en la historia: Obama o su predecesor George W. Bush.

El actual gobierno demócrata, deseoso de rechazar las acusaciones de ser laxo en el cumplimiento de las leyes, ha señalado que ha hecho más deportaciones que nunca. Los republicanos, empeñados en demostrar que su ex jefe era más respetuoso de la ley, afirman que Bush deportó a más.

La verdad depende de las cifras que uno utilice.

Hay dos formas distintas de sacar a un extranjero de los Estados Unidos.

La primera es la expulsión (return) en que la policía migratoria (la Border Patrol) o alguna otra autoridad simplemente devuelve al extranjero a su país de origen sin pasar por un juicio.

La deportación es, en cambio, un proceso legal realizado por ICE (Immigration and Customs Enforcement) en que el involucrado, usualmente alguien que ya reside en la Unión Americana, tiene derecho a defenderse ante un juez.

Pues bien, resulta que el gobierno de Bush realizaba muchas más expulsiones, pero éstas han descendido de manera importante.

Obama, en cambio, ha aumentado las deportaciones, las cuales causan más daño a las familias formadas en territorio estadounidense.

El debate sobre la migración en Estados Unidos es viejo y no se resolverá fácilmente.

Es una discusión en que se rompen las barreras ideológicas tradicionales.

A pesar de que los inmigrantes cuando se nacionalizan votan abrumadoramente por los demócratas, el republicano Ronald Reagan es recordado como el presidente que otorgó una amnistía a millones de ilegales en los años ochenta.

En contraste el demócrata Obama, que ha impulsado junto con su predecesor republicano Bush una reforma migratoria, es el mayor deportador de la historia.

Muchos estadounidenses, incluso quienes están de acuerdo con una reforma migratoria, no aceptan que se premie a quienes violaron la ley para entrar a la Unión Americana.

“Algunos mexicanos llevan años esperando una visa legal –me dice un diplomático estadounidense–. Sería injusto favorecer a quienes simplemente se saltaron la barda”.

Por otra parte, hay un reconocimiento creciente de que el trabajo de los inmigrantes es realmente útil y aporta a la prosperidad estadounidense.

Además, deportar a 11.1 millones de inmigrantes “desautorizados” (cifra de 2011 del Pew Research Center) sería virtualmente imposible, pero si se pudiera hacer generaría un enorme trauma social.

Por lo pronto, el mayor énfasis del gobierno en las deportaciones no ha generado una escasez de mano de obra como se temía e incluso se registró en principio en algunas producciones agrícolas de California.

Tampoco ha llevado, empero, a una disminución visible de los trabajadores indocumentados.

La gente que quiere trabajar en este país a un salario suficientemente bajo encuentra empleo aunque no tenga papeles.

Muchos de los trabajos de más bajo nivel siguen siendo realizados casi exclusivamente por ilegales.

El deportador en jefe no puede cambiar las realidades del mercado.

Sueldo mínimo
El 77 por ciento de los votantes rechazaron ayer en Suiza una propuesta que habría creado un salario mínimo de 4,000 francos (59,240 pesos) mensuales.

Suiza, que tiene un desempleo de solo 3.2 por ciento (abril), carece de salario mínimo. Singapur, que tampoco tiene mínimo, registra el menor desempleo del mundo: 2.1 por ciento.

Alemania adoptará oficialmente un salario mínimo en 2017.

Twitter: @SergioSarmiento

Compartir