Sergio-SarmientoUn fantasma recorre el mundo: El fantasma del Capital.

No es un espectro de Das Kapital de Karl Marx sino un nuevo y voluminoso análisis económico convertido en sorprendente bestseller.

El autor Thomas Piketty, profesor de la Escuela de Economía de París, afirma no ser marxista y creer en los derechos de propiedad, pero el título El capital en el siglo XXI no deja de ser un guiño a la obra cumbre de Marx.

La popularidad de la obra es consecuencia del renacimiento del debate mundial sobre la desigualdad. Capital no es un simple panfleto ideológico.

Aporta datos estadísticos, entre ellos registros fiscales, que muestran que la desigualdad en los países desarrollados ha aumentado en las últimas décadas y se acerca a los niveles de la belle époque de fines del XIX.

Piketty dice que no tiene “interés en denunciar la desigualdad o el capitalismo en sí, especialmente porque las desigualdades sociales no son por sí mismas un problema siempre y cuando estén justificadas, esto es, ‘fundadas solamente sobre la utilidad común’, como lo proclama el artículo primero de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789”.

Pero cuando “el rendimiento del capital excede la tasa de crecimiento de la producción y el ingreso, como ocurrió en el siglo XIX y parece otra vez probable en el XXI, el capitalismo automáticamente genera desigualdades arbitrarias e insostenibles y socava los valores meritocráticos en que se basan las sociedades democráticas”.

Por eso propone medidas de remediación, como un impuesto anual a la riqueza, que acabaría con ésta después de cierto tiempo, y otro de 80 por ciento a los ingresos altos.

Doy por sentado que el diagnóstico es correcto y que la desigualdad está aumentando en los países evaluados.

No es Piketty el primero que lo señala.

La duda procede de si esta situación es realmente tan negativa que las autoridades deben combatirla con impuestos no para obtener recursos para el erario sino simplemente para confiscar riqueza.

Aunque en el interior de los países pueda haber mayor desigualdad, la equidad total en el mundo ha venido aumentando gracias al desarrollo de países pobres como Corea del Sur y China.

The Great Escape de Angus Deacon y El optimista racional de Matt Riddley así lo documentan.

El capitalismo de los siglos XX y XXI ha rescatado a más personas de la pobreza extrema que cualquier otro sistema en la historia.

China logró su gran salto adelante no por el comunismo maoísta, que buscaba mantener una igualdad máxima, sino por su adopción del capitalismo.

Hoy China es inmensamente más desigual, pero tiene menos pobres.

Piketty reconoce que el mundo no registró crecimiento económico entre el año 0 y el siglo XVIII.

El establecimiento del capitalismo a fines del XVIII y principios del XIX impulsó por primera vez un crecimiento superior al aumento de la población.

No sé si el mercado nos ha hecho más desiguales, ya que el propio Piketty reconoce que estamos regresando a niveles que teníamos antes de las crisis económicas y guerras del siglo XX, pero sí nos ha hecho más ricos.

En los países desarrollados los pobres de hoy son más ricos que los ricos del siglo XVIII.

El problema principal de Piketty es suponer que las desigualdades sólo pueden aceptarse por un criterio de utilidad común.

Esta ética utilitaria permite no solo despojar a los ricos sino también acabar con las minorías cuando a la mayoría le conviene.

Más que aplicar este utilitarismo deberíamos pensar en una ética deontológica, de principios.

¿Tiene derecho la sociedad a despojar a una persona por el solo hecho de ser rica? Yo pienso que no.

Encuestas
El triunfo claro de Gustavo Madero frente a Ernesto Cordero, quien presumía las encuestas que pronosticaban su triunfo en la interna del PAN, demuestra una vez más cómo estas consultas se utilizan ya más como arma de propaganda que como instrumento para estudiar la realidad.

Twitter: @sergiosarmient4

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