AFA-Caton“Me dicen que me estás engañando -le reclamó don Cornulio a su mujer-. Sé además que el hombre con quien me engañas es un radioaficionado”. Respondió ella: “Negativo. Cambio y fuera”. Capronio, ruin sujeto, cumplió 25 años de casado.

En el banquete de celebración, junto a su esposa, tomó la palabra y dijo: “Me gustaría dar las gracias a la mujer que todos estos años me ha dado, además de amor, grata compañía y buen sexo. Desgraciadamente ella no está aquí en estos momentos”. “Ven a la cama” -invitó con melosa voz el ciempiés hembra al ciempiés macho. Poco después repitió la invitación con voz más sugestiva: “Ven a la cama, cielo mío”. Cuando por vez tercera volvió a decir lo mismo sin obtener respuesta, la hembrita dijo, ahora con impaciencia: “¡Te estoy diciendo que vengas a la cama!”. “Ya te oí -respondió el ciempiés-. Me estoy quitando los zapatos”. Don Martiriano fue al centro comercial con su mujer, doña Jodoncia. Ella le ordenó que la esperara a tal hora en tal lugar. Estuvo ahí puntualmente don Martiriano, pero su esposa no llegó. Pasó por ahí un amigo suyo y le preguntó qué hacía ahí. “Estoy esperando a mi mujer -contestó él, preocupado-.

Hace más de dos horas que la espero y no llega, no sé por qué”. Le dijo en broma el amigo: “Puede ser por cualquiera de estas tres causas: O sigue comprando, o ya se te fue con otro, o la secuestraron”. “¡Santo Cielo! -palideció don Martiriano-. ¡Ojalá no sea porque sigue comprando!”. Dos empresarios chinos salieron de un restaurante en la Ciudad de México. Le comentó uno al otro: “El problema con la comida mexicana es que después de dos días ya tienes hambre otra vez”. Decía un señor: “Mi hijo tiene dos doctorados: Uno en economía y otro en sociología. No ha podido hallar trabajo, pero al menos sabe por qué”. Aquel sujeto le dijo al cirujano: “Mi mujer necesita una operación de apéndice”. El médico se sorprendió: “Recuerdo bien que a su esposa le saqué el apéndice hace un año, y nunca he oído de una mujer que tenga dos apéndices”. Respondió el tipo: “Pero seguramente habrá oído de un hombre que tiene dos mujeres”.

Babalucas era pintor retratista. Un apuesto y joven artista de la televisión le pidió que le hiciera su retrato. Babalucas le informó el costo de su trabajo: 10 mil pesos. Cuando el galán llegó al estudio le entregó a Babalucas un cheque por 15 mil. “¿Por qué los otros 5 mil?” -preguntó él, sorprendido. Explicó el actor: “Es que quiero que me pinte desnudo”. “Por 5 mil pesos más lo haré con gusto -replicó el badulaque-. Pero tendré que dejarme los calcetines, pues necesito un lugar para poner los pinceles”. Los magistrados del Tribunal Electoral de la Federación que iban a recibir una suculenta pensión vitalicia no constituyen un caso excepcional. Los mexicanos padecemos una voraz casta política prendida a la ubre del presupuesto nacional en tal manera que buena parte de los impuestos que pagamos sirve para engordar a esa clase parasitaria que tanto recibe del país y que le da tan poco. Basta ver las jugosas prerrogativas que disfrutan los partidos para confirmar que vivimos en un país de ciudadanos pobres y políticos ricos. Lamentable parajoda -grado máximo de la paradoja- es que en México quienes trabajan menos son los que reciben más. Debería haber menos partidos, menos diputados y senadores, y una menor burocracia electoral. Las reformas políticas que se hacen no sirven para acortar esa profusa casta, sino para agrandarla y enriquecerla aún más. ¡Pobre México, tan lleno de politiquería y tan vacío de administración!… ¡Insensato columnista! ¡Este último apóstrofe me dejó tan anonadado que ya se me borró de la memoria! Si lo repitieras podría grabarlo yo, si no en eterno bronce o mármol duradero (después de la reforma económica mis ingresos se han amenguado en tal manera que no dispongo ya de numerario para comprar esos caros materiales), sí por lo menos en plastilina verde. Deja de lado ahora tus disquisiciones, y cumplida tu función de orientar a la República narra un chascarrillo final. El marido le preguntó a su esposa: “¿Qué pasa con nuestras relaciones sexuales?”. “No sé contigo -respondió ella-, pero a mí ni siquiera me llamaron para felicitarme por mi cumpleaños”. FIN.

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