AFA-CatonJactancio presumía de ser un gran amante, pero a la hora de la verdad no podía sostener la evidencia. El investigador de la conducta sexual hizo la misma pregunta a tres mujeres: una inglesa, una alemana y una francesa: “¿Qué haría si su barco naufragara y llegara usted a una isla en la que estaban 50 marineros ansiosos por tener en sus brazos a una mujer?”. Respondió la inglesa: “No haría nada, ni ellos tampoco: no habíamos sido presentados”. Contestó la alemana: “Yo tendría a raya a esos hombres con mi pistola Luger Parabellum”. Y replicó la francesa: “No veo dónde está el problema”. Le dijo la mujer a su marido: “¡Lo sé todo!”. “¿De veras? -respondió él-. A ver: ¿en qué año fue la batalla de Waterloo?”. El inspector escolar examinaba a los niños en aritmética. La profesora del grupo seguía con atención la prueba.

Le preguntó el inspector a un chiquillo: “¿Cuántas son 11 más 9?”. Respondió el crío: “29”. Dijo la maestra: “El niño está nervioso. Hágale otra pregunta”. “Le haré una más fácil -dijo el funcionario-. ¿Cuántas son 3 más 3?”. Contestó el chamaco: “7”. La mentora se dirigió de nueva cuenta al inspector: “Ya lo ve: el niño está nervioso. Hágale otra pregunta”. “Muy bien -accedió el funcionario. A ver niño, dime: ¿cuántas son 2 más 2?”. Respondió el pequeño: “4”. Y prorrumpió la profesora: “¡Le digo que está nervioso! ¡Hágale otra pregunta, por favor!”.

La canguro hembra le comentó a su amiga: “Claro, la bolsa me sirvió en un tiempo para meter ahí a mis hijos. Pero ahora la uso para esconder a mis amigos cuando mi esposo llega”. Pocos mexicanos hay tan ilustres y reconocidos en el mundo como el maestro Eduardo Matos Moctezuma. Sus descubrimientos arqueológicos han tenido resonancia internacional; gracias a él y a sus investigaciones sobre nuestros antepasados aborígenes los mexicanos nos sentimos más mexicanos. Recientemente don Eduardo recibió un homenaje en el Consejo Nacional de Fomento Educativo, institución que tan grandes y tan valiosos servicios presta a la causa de la educación en México. Yo quise estar en la ceremonia: eso me habría dado ocasión de expresarle en forma personal al maestro Matos Moctezuma mi admiración y mi respeto, y de agradecerle su invitación a la licenciada Alma Carolina Viggiano Austria, quien con tanta eficacia y -sobre todo- con tanto amor dirige las actividades del Conafe. El mal tiempo me impidió hacer el viaje al aeropuerto de Monterrey para tomar el vuelo a la Ciudad de México y estar presente también en la sesión de trabajo del Consejo Editorial del organismo, cuyas publicaciones forman parte de lo mejor del acervo bibliográfico con que en materia educativa cuenta nuestro país. Ya vendrán tiempos mejores, como dice la zarzuela.

Podré entonces regresar al Conafe y fortalecer mi optimismo en el futuro de México al ver la generosa labor de quienes ahí trabajan en bien de los niños y jóvenes mexicanos, a quienes hacen llegar uno de los bienes sociales más necesarios: la educación. Don Valetu di Nario, señor de edad más que madura, casó con una chica de 20 años. Poco tiempo después del casorio la muchacha descubrió que su senil consorte le estaba poniendo el cuerno con una sesentona. Le reclamó enojada: “¿Qué tiene ella que no tenga yo?”. Respondió con un suspiro don Valetu: “Paciencia”. Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, declaró con orgullo en la sesión mensual de la Sociedad de Propietarios: “Mi marido Sinople es un hombre muy realista. Jamás despega los pies de la tierra”. Don Poseidón, labriego acomodado, preguntó: “¿Y cómo le hace pa’ ponerse los calzones?”. Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, volvió a su casa después de visitar a su señora suegra, enferma en el hospital. Su esposa le preguntó con ansiedad: “¿Cómo está mi mamá?”. Respondió él: “Va a venir a vivir con nosotros”. “¿Cómo? -dijo la señora sin entender-. ¿Por qué dices que mi mamá va a venir a vivir con nosotros?”. Explicó Capronio con sombrío acento: “Le pregunté al doctor cómo estaba tu mamá, y me dijo: ‘Espere usted lo peor’”. FIN.

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