Hoy iba a escribir sobre las elecciones en países clave y con efectos colaterales en la esfera de acción de México pero la verdad que hace más falta hablar de México y la percepción que tiene el mundo con respecto a nuestro país y a nosotros sus habitantes, me gustaría decir que somos ciudadanos pero la verdad es que somos habitantes en un territorio que cada día parece menos un país. Creo que saben bien a qué me refiero, y sí, me refiero a la situación en Guerrero, que no sólo es Guerrero… es todo México. 

 

La percepción que mucha gente tiene en el mundo con respecto a México está poco actualizada, suele ser una percepción nacida de la ignorancia absoluta, del estereotipo centroeuropeo, cuando llegan a venir se sorprenden al ver una sociedad luchando diariamente por un estatus moderno, bueno civilizado… lleno de vida, de entusiasmo, de cariño, de espontaneidad y choca un poco con esa vieja imagen del país pobre, jodido, triste, atrasado, ignorante, caótico. México es una tierra tan compleja que luego ni nosotros sabemos cómo es, México se vuelve entonces una idea, buena o mala, con esperanza o resignación. Vemos a nuestros políticos como les veíamos antes, demagogos, corruptos, grises, feos, arrogantes, interesados, ignorantes tanto como son risibles y luchones (cuando les conviene) y todo eso son, así como México es todas esas cosas buenas y malas.

 

Pero una cosa es la realidad y otra la percepción, la percepción sí tiene un impacto en la realidad, la realidad por sí misma no tiene ninguno porque ya es. La percepción determina si alguien invierte o no (apoyado de datos claro, pero el interés nace de la percepción), también crea la iniciativa o la duda para saber si es prudente comprar una propiedad, mudarse o poner un negocio, tener una familia, etc… la percepción es una herramienta del hacer de un futuro inmediato y tiene efectos aún más profundos porque imprime una idea en la mente de la gente, sea local o no, determina sus acciones inmediatas.

 

La percepción también se acumula y suma o resta para bien o para mal. De por sí que nunca ha sido muy buena la percepción de nuestro país en el mundo, pero ha ido sumando para mal y nunca ha sido tan mala como hoy (depende a quién se pregunte). El caso de Ayotzinapa nos demuestra que la neta la neta, la clase política mexicana no ha cambiado un ápice, como sí lo ha hecho su sociedad y sin embargo no lo suficiente. Pareciera que damos 3 pasos a la modernidad y retrocedemos 2 gracias al desinterés que nos genera la vida pública. Los fantasmas del 68 revivieron en la muerte de una bola de estudiantes revoltosos, si de esos que necesitamos más, estudiantes comprometidos con una causa, con la que podemos estar o no en desacuerdo, pero necesitamos gente comprometida con lo que cree y con lo que hace. La respuesta del Presidente de la República me recordó a los documentales de Discovery sobre los malos gobernantes de la historia, sobre esos que tendrán su propio documental para que podamos verlos como fueron y como tal vez seguirán siendo hasta su muerte y funeral en Gayoso. La percepción de ese México violento, de gente con pistola, de gatillo fácil, poco pensante e ignorante, esa imagen es la que tiene el mundo de nuestro país. La modernización en otros frentes (que sí ocurre) queda en segundo, tercer y quinto plano, el buen marketing de nuestros avances queda fácilmente opacado por la brutal gravedad que nos atonta, es tan inaudito el asunto que hasta la sociedad ha tardado en reaccionar. No hay país occidental, del tamaño e importancia del nuestro en el que se presente un hecho similar, en otros países esto podría ser causa de renuncia voluntaria del Presidente, no basta después de su omisión  (el “es una asunto local”) que nos quedemos contentos con la renuncia del Gobernador de Guerrero. Después del accidente de un ferry en Corea en el que murieron muchos niños por falta de una acción de rescate, el Primer Ministro coreano decidió renunciar. Es por la mezquindad y cobardía de nuestros políticos que somos vistos como una sociedad estúpida,  sorda y ciega a su penosa realidad. Las grandes reformas no alcanzan a salvar la cara de esta administración y de este pueblo, de qué nos sirve una economía moderna si nuestra vida no está garantizada en lo más mínimo por un Estado oscuro que solo aparece cuando sus atrocidades lo hacen visible.

 

El impacto de Ayotzinapa no podrá quitarse nunca de la sonrisa fabricada  del Presidente, ni de sus reformas, ni de su legado, ni de nosotros mismos, porque somos los habitantes burlados, humillados y vueltos a humillar en este territorio,  llamarnos ciudadanos en la sombrilla de nuestra apatía es un atrevimiento imperdonable.

Mauricio Rebolledo del Castillo

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