El conflicto Ucrania – Rusia y México.

Esta mañana he decidido apuntar nuestra atención a una circunstancia en la que un contexto nacional genera, repentinamente y bajo condiciones especiales, eventos de enorme trascendencia global y de potenciales consecuencias históricas. Dicho contexto puede servirnos como ejemplo de lo que el fortalecimiento de las instituciones democráticas pueden significar en el desarrollo de una nación.

Me refiero a Ucrania. Un país consumido por décadas del modelo comunista y que a la caída del muro de Berlín comienza a construir una identidad nacional y aún más importante su propio contrato social. Al día de hoy, ambos conceptos se encuentran inacabados y en momentos críticos para su definición. Ucrania es un país pobre, con problemas étnicos complejos, hasta hace poco con un crecimiento sostenido pero insuficiente, con tensiones territoriales, con altísimos índices de corrupción y en un estado de guerra de facto aunque no técnico. Su peor enemigo es un vecino nostálgicamente dolido, que añora un poder que no existe más y que jamás volverá a ostentar como en el pasado. Rusia es un país en retroceso, agresivo y receloso. Es gobernado por un ex agente de la KGB que cree poder recrear la guerra fría y el poder soviético en el siglo XXI, este siglo dominado por el caos que genera la libertad de un mundo tecnológico y sin fronteras de información ni conocimiento, un mundo sin superpotencias en el que Estados Unidos lucha por una digna retirada como protagonista.

Ucrania llegó a la encrucijada de seguir siendo una nación post soviética o convertirse en una democracia joven en el mapa de desarrollo europeo, sus gobernantes manipulados y controlados por Rusia mantuvieron al país alejado del futuro, impidiendo su acercamiento a un estilo de vida próspero y moderno; algo que Rusia considera una amenaza a su seguridad pues no quiere un vecino pro occidental (en términos de la guerra fría). Afortunadamente para todo el mundo, los ciudadanos ucranianos decidieron deshacerse de los gobernantes que estaban bajo la nómina de Moscú para dar paso a sus sueños y aspiraciones, votaron en un referéndum que el gobierno debía comenzar su proceso de adhesión a Europa firmando ambiciosos tratados comerciales que preparasen una futura integración. Rusia ha respondido con la invasión y anexión de Crimea, una zona con enorme valor económico y con una posición estratégica desde el punto de vista militar. No debe ser noticia el enorme brete internacional que esto ha causado, haciendo que muchos hablen de la mecha de la siguiente gran guerra, hay que ser más prudentes al respecto aunque nada sea descartable.

El éxito de los ciudadanos ucranianos en todo esto se ha perdido entre las tensiones actuales entre Europa, Estados Unidos y Rusia. En Ucrania, como en la Polonia de la Solidaridad, los movimientos de la sociedad civil organizada han tenido un papel fundamental en llevar de la mano a todo su pueblo, frente a todo obstáculo y manipulación, a un compromiso consigo mismos. Los ciudadanos destituyeron al gobierno pro ruso con manifestaciones pacíficas que terminaron en algunos casos en verdaderos baños de sangre, pues sus marchas se veían atacadas por francotiradores pro rusos apoyados por el gobierno en turno. Hoy en día Ucrania ha perdido Crimea, probablemente nunca la recupere, pero ha logrado liberarse probablemente para siempre del pisoteo ruso, lo cual no hubiera sido posible sin el fortalecimiento de una sociedad civil organizada, que no de partidos ni políticos. Los ciudadanos, con su presión y voluntad se han dado a sí mismos la posibilidad de una identidad nacional propia, y se prestan a hacer respetar su integridad frente al bully ruso, para ello también debieron vencer a los corruptos.

 

En México ya tenemos aquello por lo que los ucranianos luchan hoy, pero seguimos sin apoyar a nuestra sociedad civil organizada, no nos hemos sumado a esfuerzos colectivos, sin ello no podremos vencer a nuestros bullies, los políticos autoritarios, los corruptos y a nosotros mismos. Nos falta una revolución del quehacer ciudadano, algo que no requiere guerras, ni políticos, ni partidos, requiere gente común que decida invertir en sí mismo a través de toda la sociedad.

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