Discurso íntegro que el presidente de la LVII Legislatura Braulio Guerra Malo rindiera en el acto solemne del natalicio de Benito Juárez:

El 28 de mayo 1864, apenas 43 años de independencia, el Emperador Fernando Maximiliano José María de Habsburgo Lorrainne se entrona en el denominado Palacio Imperial de México.
Tiempo después, a pesar de las resistencias, el Emperador se alza triunfante y le abre paso a los franceses quienes comienzan a dominar diversos territorios del incipiente país que en ciernes se doblega frente a una nueva conquista extranjera.
Los conservadores se hacen de títulos nobiliarios y comienzan a abundar los privilegios para unos cuantos y la discriminación a los oriundos de la tierra.
El saqueo de nuestras riquezas se consuma. Puebla es tomado por el ejército extranjero, y se convierte en un destacamento militar francés.
En Querétaro, aquí, en el cerro de las campanas, se construye el castillo y casa de verano y descanso del emperador y sus amigos, Querétaro es una anexo de la intendencia y provincia del centro del imperio.
Se consolida la monarquía y con ello se agudizan las desigualdades. Proliferan los fueros y el país entra en una profunda crisis social. Sin un sistema educativo reformado, sin un estado que ejerza su función diferenciada del culto y leyes que transformen y reformen la época, Incluso a través del Siglo XX, México sigue siendo una colonia.
Hasta aquí lo dicho, no pasó. No sucedió. Este es el México sin Juárez, esta es la hipótesis histórica de lo que no aconteció, de la ausencia de lo que México sí logró en su segunda independencia. La historia, que duda cabe, sería radicalmente otra.
México con Juarez, tomó un curso restaurativo y republicano. El país ensanchó la plataforma liberal para emprender el camino a la consolidación del estado mexicano, su soberanía y la identidad nacional.
En un México sin Juárez, las generaciones de aquel tiempo producto del nuevo mestizaje, le hubieran dado un ADN o bien una genética, al poblador de esta tierra, muy distante de lo que hoy con orgullo somos: mexicanos. En una hipótesis, pudiere, que todos los aquí presentes ni siquiera hubiéramos visto la luz de la vida.
La responsabilidad del ejercicio de un gran liderazgo implica el acompañamiento de un gran equipo de colaboradores.
Juárez fue un gran hombre sobre hombros de gigantes.
Entre sus más leales estaban Ezequiel Montes, ilustre entre los ilustres queretanos, Melchor Ocampo, Miguel Lerdo de Tejada y Guillermo Prieto.
Este último relataba una anécdota estando en Guadalajara, en 1858, cuando al salir una mañana del Palacio de Gobierno, donde estaba hospedado, atravesó la Plaza de Armas y entró a una peluquería ubicada en el portal frontero, para que le hicieran un corte de pelo. Cabe señalar que el Presidente iba solo, como siempre, no traía escolta (en plena Guerra de Reforma), y al llegar a la peluquería esperó su turno y se sentó colocando el sombrero en la silla de junto.
— “El sombrero se pone en el clavijero”, le dijo de mala gana el peluquero, que ni idea tenía de quién era.
Don Benito tomó su sombrero y lo colocó donde le dijeron, pero al rato llegaron sus colaboradores, que ya lo andaban buscando: “Señor Presidente, ya nos tenía usted preocupados por su ausencia”. Al darse cuenta el fígaro que su cliente no era otro que el Presidente Juárez, se deshacía en disculpas.
–”No se disculpe amigo, el presidente es el primero que debe respetar el sitio donde se encuentre”, respondió.
La humildad, la sencillez y el desprendimiento de los afanes suntuosos del poder, lo hicieron ser llamado a ser ejemplo histórico del servidor público al que todos aspiramos ser.
Del gobernante que camina las calles con la familiaridad y proximidad con la gente a quien se debe y a quien abraza sin mas distinción que la que subyace en la vocación servir a los demás.
Juarez a México le dejo destino y al servidor público le dejo ejemplo y al ciudadano espíritu de trabajo y lucha.
Su vocación por el servicio público nunca se desvió y nunca fue o quiso ser otra cosa, más que servidor público.
La generación de Benito Juárez se vio impactada por un espíritu reformador, por virajes que reconceptualizaron a México. En su tiempo, también existió la polémica y brotes de algunas protestas, y particularmente registradas en Querétaro. El tiempo y sólo el
tiempo le dieron vigencia y razón a lo que Juarez visualizó para México en su tiempo por venir.
Nuestra generación esta inmersa en una recapitulación histórica en las nuevas leyes de reforma. La educativa, la energética, la penal, telecomunicaciones, transparencia y rendición de cuentas, financiera, competitividad y la política electoral. El presidente de México entiende que su tiempo no se agota en un sexenio. Que hay que tener visión de largo alcance y no cortoplazista para sentar las bases de la prosperidad de esta y la sociedad del futuro.
Hay un Juárez también de carne y hueso. Pero aquí, trece metros de piedra volcánica y una base rectangular de cantera rosada constituyen la efigie del Benemérito de las Américas.
El tiempo le da razón a quien razón tiene, seamos grandes como ciudadanos, y como Juárez, gigantes como mexicanos.

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